Imagen de "Basurero nacional" |
Por
Roberto Marra
La
instalación de falsos temas de debate popular es una de las formas
más sencillas que tiene el Poder para distraer la atención de lo
que de verdad importa. Lo trascendente, lo que involucra decisiones
que afectan o afectarán en el futuro la vida de los millones de
distraídos fabricados con la maquinaria mediática, queda escondido,
extraído subrepticiamente de la consideración de los ciudadanos.
Como
si no conocieran estos hechos, tantas veces puestos en escena en
estos últimos tiempos, los opositores al actual (des)gobierno
nacional y a sus adláteres Vidal y Larreta, parecen empeñados en
hablar de lo que ellos proponen como temas centrales, postergando la
elaboración y discusión masiva de los programas que puedan cautivar
a las mayorías, que se encuentran en la búsqueda de respuestas que
atiendan las desesperantes condiciones económico-sociales que se
están sufriendo.
Como
en un imaginario tablero geopolítico de cabotaje, tironéan la
realidad para intentar acomodar las piezas de candidaturas que poco
importan, sin ningún proyecto concreto surgido de las propias
entrañas de las organizaciones políticas, de sus más esclarecidos
militantes y de quienes, sin serlo, acercan ideas para colaborar en
el desarrollo de las propuestas.
-Hay
tiempo-, aducen algunos oportunistas en busca del calorcito del poder
al que intentan acercarse. Buscando “jugar sus cartas” más
conocidas, lanzan candidatos al aire como monedas de decisiones
aleatorias, tratando de enmarcarse en las distractivas formas que la
oligarquía en el gobierno les tira como anzuelo. Lentos para el
despertar de sus propias ideas, o miserables arribistas sin honor,
terminan reduciendo la enorme posibilidad de dar vuelta esta
“tortilla” del horror social a sus inútiles pretensiones
egocéntricas.
Los
gerentes de la oligarquía no paran de destruir la Nación,
convirtiendo el presente en calvario y el futuro en infierno.
Saquean, dilapidan, enajenan, trafican, evaden, silencian, aplastan,
arrasan, todo ante la mirada de asombro sin reacción concreta de un
Pueblo sin orientación, salvo la que brindan los medios de la
hegemonía fabricante de sentidos. Con ese cóctel de horrores
programados, se emborrachan de mentiras, convirtiéndose en
orgullosos portadores de la brutalidad enajenante que degrada sus
pensamientos y les roba sus vidas.
Los
distraídos ciudadanos miran tratando de encontrar alivio a los
calores sin energía eléctrica, asombrados por las tarifas pero
atinando solo a las protestas “apolíticas”, resaltando las
“autoconvocatorias”, aceptando la distracción enervante que les
han propuesto durante tres años, negando el pasado y dispuestos a
volver a aceptar la repetición en nombre del odio sin sentido.
Mientras
tanto, se suceden las reuniones especulativas de opositores a este
régimen del oprobio social, algunos que lo son de verdad y otros
que, no siéndolo tanto, solo se acercan al calor de las
probabilidades encuestadas, generando extrañas unidades de ocasión
y evidentes caballos de troya rondando los cargos que se avizoran
como posibles. Solo se escuchan descripciones de realidades que ya se
sufren demasiado como para necesitar traductores, postergando
indefinidamente la puntualización de “como” hacer para
modificarlas.
Arrojar
a la basura las distracciones mediáticas, elaborar la propia agenda,
transitar otros caminos, hacer política de la grande, elaborar
futuro y matar el odio a fuerza de esperanzas ciertas, esas que
rediman de la miseria y la muerte cotidiana, son las tareas
necesarias para trocar la realidad oscurecida por un Poder que se
cree invencible. Ha llegado la hora, impostergable, de demostrar que
no lo es. Sin distracciones.
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