Imagen de "cuatrof.net" |
Por
Roberto Marra
Hay
quienes sostienen criterios negativos de gobiernos de los que nunca
tuvieron otras opiniones que las de sus enemigos, por lo cual los
consideran como sus propios enemigos. Hay una mayoría atontada por
el ruido mediático ofrecido desde el Poder, donde la maquinaria
lavadora de cerebros hace rato que funciona a la perfección,
impidiendo aunque sea una duda sobre sus dichos y falsas certezas.
También hay personas que creen que no importa demasiado lo que
suceda en otros países, ni cercanos ni lejanos, con esa ridícula
creencia en la centralidad absoluta en el universo, de su lugar en el
mundo.
El
peor mentiroso serial, el contumaz repetidor de falacias, el engreído
heredero de mafiosos y ladrones, lanza también sus diatribas contra
el cuco del momento, Venezuela y su gobierno popular. Desde su
guarida veraniega, descansando del descanso eterno que le permite
multiplicar su fortuna y las de sus amigos del Newman, cacarea cada
vez que el amo se lo indica, incluso cuando no se lo pide, como el
contumaz obsecuente que resulta ser. Vomita sus desprecios y recita
la prosa maloliente de los dueños del Planeta, obcecados enemigos de
un gobierno venezolano que necesitan destruir para acabar con el
ejemplo y arrasar con la utopía que mil veces intentaron desaparecer
de la faz de la Tierra.
El
inédito responsable de todas nuestras desgracias, el autor de todas
las maldades que sufrimos, el sucio exponente de una raza de evasores
y apropiadores de riquezas mal habidas, ese oscuro personaje de una
mala comedia de enredos que solo puede hacer llorar, se erige en
señalador de inmoralidades de las cuales es el máximo exponente, de
éticas que siempre arrastró por el piso de la indignidad, de
fantasías dictatoriales de otras naciones, buscador de agujas en
pajares ajenos que tapan las vigas en sus ojos.
La
repugnancia de escuchar a semejante inútil intelectual es mayúscula,
para quienes todavía conservan alguna capacidad de comprensión de
la realidad. Pero la repetición obsecuente de decenas de supuestos
estudiosos de la política internacional, perfora los cerebros de
quienes ya no pueden pensar por sí mismos, sino a través de las
pantallas. Con esa condición de idiotizados, repiten semejantes
oprobios antichavistas, como paradigma de sus odios más injustos y
profundos.
Los
imbéciles que adhieren a esas ridículas posturas, demuestran cuan
lejos estamos de resolver los dramas que padecemos. Millones de
estupidizados arrastran las bolsas de excrementos mediáticos que les
proveen para alimentar sus escasas neuronas, maldiciendo al gobierno
de una nación que intenta caminar su propio camino, construir su
legítimo destino, levantar su cabeza del barro de miserias al que
estamos predestinados desde Monroe hasta estos tiempos.
Otros,
esos politiqueros no tan imbéciles pero muy ladinos, ofician de
claque del imperio decadente, adhiriendo a sus pérfidas posturas,
alentando “democracias” ajenas que nunca defendieron de verdad en
su propio País. Son los eternos vendepatrias disfrazados de solemnes
defensores de los “pueblos oprimidos”, de los que, en realidad,
no les interesa más que la “opresión” a los oligarcas
constructores de cuanta dictadura real haya existido en nuestras
tierras.
Los
consume el odio de clase, los desespera la razón de los rebeldes,
los enloquece la imposibilidad de dominar a los pueblos convencidos
de sus fuerzas. Desprecian hasta el paroxismo a los “nadies”,
matan sus ilusiones con balazos y hambre y no admiten que en otros
lares se intente demostrar que otro Mundo es posible, que la vida
puede ser modificada, que la esperanza puede llegar a la meta de los
sueños realizados.
Están
atrapados en la telaraña que ellos mismos tejieron, creyendo que
podrían eternizar sus poderíos. Pero la “mosca” que más les
molesta, la Venezuela chavista, sigue volando libre de sus miserables
venenos, honrando la palabra empeñada desde su historia de corajes y
libertades, forjadas con la espada de un Bolívar que empuja la razón
de un Pueblo que busca, a su manera, el futuro que ya casi alcanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario