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Por
Roberto Marra
“La
salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y
no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.
Así la define la Organización Mundial de la Salud. Pero, lo que
realmente pareciera ser más importante a partir de esa definición,
es conocer como llegar a ese estado de bienestar, considerando el
medio en el que se desarrolla la vida de los individuos. Ese
ambiente, a su vez, es el resultado de la interacción de múltiples
factores, muchos de los cuales son creación de la propia sociedad en
su devenir histórico, además de los derivados de la naturaleza, que
ese mismo tránsito humano por ella ha venido afectando, en algunos
casos, de manera irreversible.
En
ese sentido, las gestiones del llamado “socialismo” santafesino
han sido siempre ponderadas por propios y extraños por la
preeminencia que le han dado al tema de la salud, con porcentajes muy
altos de los presupuestos destinados a ese rubro cada año. Sin
embargo, si nos atenemos a la definición de la OMS sobre la
definición de “salud”, notaremos que no se cumple en su
cabalidad, porque todo ese gran volúmen de fondos se aplica
prioritariamente a lo asistencial médico, hecho nada desdeñable
pero ineficiente desde el punto de vista de la consideración del
concepto más abarcativo de “bienestar”.
Campañas
preventivas, vacunas, consultas periódicas, diagnósticos,
tratamientos, internaciones, son métodos sanitarios que aportan
desde lo medicinal para evitar enfermedades y mejorar o sanar a los
ciudadanos. Pero ya se habrán convertido en pacientes. Ya entraron
en ese estado de “no bienestar” que, por otra parte, no se deriva
solo de virus o bacterias, sino de factores implícitos en la
concepción más amplia de la sanidad, que incluye acciones tan
obvias como imprescindibles para el tipo de sociedad mayoritariamente
urbana que se ha desarrollado, así como derivadas de las
características productivas del sistema económico dominante.
Ciudades
con desagües de excretas escasos o ineficientes, con carencia de
procesamientos previos a su vuelco al ambiente natural, sistemas de
eliminación de residuos urbanos mal diseñados y con escasos o nulos
tratamientos, promoción de sistemas productivos agrarios e
industriales que afectan al ambiente y a los habitantes en forma
directa o indirecta, terminan por convertirse en los verdaderos
factores destructivos de la salud a corto o largo plazo.
Por
otra parte, la pobreza y la indigencia actúan como básicas
reproductoras de las bases para la generación de falta de salud. El
hambre revolotea sobre los niños condenados desde sus nacimientos,
destinados a ser atendidos desde sus primeros días como enfermos,
desnutriciones mediante, para terminar como carne de cañón de los
delitos fabricados a medida de los intereses de sectores poderosos y
macabros.
Viviendas
degradantes de la condición humana, promiscuidades y muerte
cotidiana, alimentación y educación inadecuada y escasa, configuran
el ambiente poco o nada sano donde se reproduce, para conveniencia
del Poder, esta sociedad maltrecha y desfigurada donde la solidaridad
ha pasado al olvido y la responsabilidad de los mandatarios se diluye
en discursos vacíos, elocuencia de sus ineptitudes o, lo que es
peor, de sus complicidades con este oscuro estado de cosas.
Con
esa visión miserable de considerar lo sanitario como la simple
ausencia de enfermedades visibles, se termina por convertir la
realidad en ficción. Con campos donde se promueven con particular
denuedo los agronegocios, se los vacían de familias y se los inundan
de tóxicos; con ciudades donde el planeamiento urbano se reduce a
consumar los intereses inmobiliarios de pequeñas minorías; con
sistemas económicos que elevan las desigualdades con anuencia de las
mayorías mediáticamente dominadas; así se construye el actual
estado de profunda falta de bienestar físico, mental y social.
Estamos
enfermos, sí, pero de un virus que no morirá por efecto de
pastillas o jarabes, sino por la acción consciente y estudiada de
quienes conservan la lucidez necesaria para señalar y combatir a los
constructores de este sistema in-sanitario, genocida a conciencia de
una sociedad trampeada con la perversa aplicación de “vacunas”
mediáticas contra la memoria, la verdad y la justicia.
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