jueves, 17 de enero de 2019

LA ENFERMEDAD DE LA SALUD

Imagen de "Diario Impulso"
Por Roberto Marra
La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Así la define la Organización Mundial de la Salud. Pero, lo que realmente pareciera ser más importante a partir de esa definición, es conocer como llegar a ese estado de bienestar, considerando el medio en el que se desarrolla la vida de los individuos. Ese ambiente, a su vez, es el resultado de la interacción de múltiples factores, muchos de los cuales son creación de la propia sociedad en su devenir histórico, además de los derivados de la naturaleza, que ese mismo tránsito humano por ella ha venido afectando, en algunos casos, de manera irreversible.
Las políticas sanitarias de los gobiernos son la muestra más acabada de las intencionalidades y el posicionamiento frente a la dimensión de la salud. Donde y de qué manera se invierta en este rubro fundamental, indicará el mayor o menor interés por posibilitar el desarrollo de una sociedad sana (en su concepto más amplio). Vale hacer notar que la cantidad de fondos invertidos no resulta tan importante como su eficiente utilización, donde el direccionamiento de los objetivos deberán estar consustanciados con las necesidades de la totalidad absoluta de la población.
En ese sentido, las gestiones del llamado “socialismo” santafesino han sido siempre ponderadas por propios y extraños por la preeminencia que le han dado al tema de la salud, con porcentajes muy altos de los presupuestos destinados a ese rubro cada año. Sin embargo, si nos atenemos a la definición de la OMS sobre la definición de “salud”, notaremos que no se cumple en su cabalidad, porque todo ese gran volúmen de fondos se aplica prioritariamente a lo asistencial médico, hecho nada desdeñable pero ineficiente desde el punto de vista de la consideración del concepto más abarcativo de “bienestar”.
Campañas preventivas, vacunas, consultas periódicas, diagnósticos, tratamientos, internaciones, son métodos sanitarios que aportan desde lo medicinal para evitar enfermedades y mejorar o sanar a los ciudadanos. Pero ya se habrán convertido en pacientes. Ya entraron en ese estado de “no bienestar” que, por otra parte, no se deriva solo de virus o bacterias, sino de factores implícitos en la concepción más amplia de la sanidad, que incluye acciones tan obvias como imprescindibles para el tipo de sociedad mayoritariamente urbana que se ha desarrollado, así como derivadas de las características productivas del sistema económico dominante.
Ciudades con desagües de excretas escasos o ineficientes, con carencia de procesamientos previos a su vuelco al ambiente natural, sistemas de eliminación de residuos urbanos mal diseñados y con escasos o nulos tratamientos, promoción de sistemas productivos agrarios e industriales que afectan al ambiente y a los habitantes en forma directa o indirecta, terminan por convertirse en los verdaderos factores destructivos de la salud a corto o largo plazo.
Por otra parte, la pobreza y la indigencia actúan como básicas reproductoras de las bases para la generación de falta de salud. El hambre revolotea sobre los niños condenados desde sus nacimientos, destinados a ser atendidos desde sus primeros días como enfermos, desnutriciones mediante, para terminar como carne de cañón de los delitos fabricados a medida de los intereses de sectores poderosos y macabros.
Viviendas degradantes de la condición humana, promiscuidades y muerte cotidiana, alimentación y educación inadecuada y escasa, configuran el ambiente poco o nada sano donde se reproduce, para conveniencia del Poder, esta sociedad maltrecha y desfigurada donde la solidaridad ha pasado al olvido y la responsabilidad de los mandatarios se diluye en discursos vacíos, elocuencia de sus ineptitudes o, lo que es peor, de sus complicidades con este oscuro estado de cosas.
Con esa visión miserable de considerar lo sanitario como la simple ausencia de enfermedades visibles, se termina por convertir la realidad en ficción. Con campos donde se promueven con particular denuedo los agronegocios, se los vacían de familias y se los inundan de tóxicos; con ciudades donde el planeamiento urbano se reduce a consumar los intereses inmobiliarios de pequeñas minorías; con sistemas económicos que elevan las desigualdades con anuencia de las mayorías mediáticamente dominadas; así se construye el actual estado de profunda falta de bienestar físico, mental y social.
Estamos enfermos, sí, pero de un virus que no morirá por efecto de pastillas o jarabes, sino por la acción consciente y estudiada de quienes conservan la lucidez necesaria para señalar y combatir a los constructores de este sistema in-sanitario, genocida a conciencia de una sociedad trampeada con la perversa aplicación de “vacunas” mediáticas contra la memoria, la verdad y la justicia.

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