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Los
mercados. Esa es la denominación de la entelequia que diariamente se
aparece en los medios para asegurarnos lo que sucede en la vida
económica. Algo tan inasible como el plural de una palabra que es la
base del sistema capitalista que domina el Mundo, es presentada como
un ser vivo, que desde las alturas domina y determina los sucesos
financieros. Pareciera que nada ni nadie puede contradecir a los
“sacrosantos mercados” en sus sentencias, como a un Dios de
poderes infinitos.
Estos
“mercados” nos “hablan” en todos los ámbitos de nuestras
vidas, atraviesan cada una de nuestras necesidades, determinan todas
las desgracias a las que se nos somete en su nombre, en busca de
futuros imposibles, tanto como soportar los sacrificios programados
para el logro de objetivos que no nos incluyen jamás en sus
beneficios.
Cifras
de “inversiones” que son solo maneras sofisticadas de especular
con el tránsito de fortunas de un lugar a otro, o porcentajes que
pretendidos economistas presentan como la panacea del “crecimiento”,
aunque solo de los millonarios capitales que viajan alrededor del
Planeta en busca de ganancias obscenas. Esos son los motivos de la
existencia de este irreal “mercado”. Esos son los gérmenes de
los famosos “esfuerzos” que le demandan a los pueblos
empobrecidos del Mundo. De ahí nacen las hirientes cifras de
riquezas que apabullan por sus ceros, pero mucho más por el
resultado social que envilece a la humanidad.
Cuando
esos “mercados” nos gobiernan, a través de sus gerentes
políticos, la famosa “democracia” deja de ser tal, los valores
humanísticos se pierden en la historia y la sociedad se transforma
en campo de siembra de sus mendacidades al servicio de los capitales
y el abandono absoluto de sus auténticos generadores.
Aplastados
por el peso del poder monetario, los individuos solo son eso, simples
números de sociedades atomizadas y descreídas, transformadas en
campos de batallas inútiles entre símiles, mientras los verdaderos
dueños de la entelequia mercantil dominante extrae hasta la sangre
de sus esclavos de cadenas invisibles.
La
dominación tiene categorías y los “mercados” se sirven de la
división clasista que el sistema trae consigo. Un poco por encima de
los martirizados del subsuelo socioeconómico, aparecen quienes
ofician de “capataces” del Poder, ensoberbecidos personajes que
actúan con la arrogancia propia de los ignorantes con capacidad de
mando. Serán atravesados también, cuando ya no los necesiten los
poderosos, por la crueldad del abandono y la pobreza, pero no por eso
dejan de martirizar a sus “inferiores”, creyéndose parte de un
festín para el que no tienen ticket de acceso.
Cuando
la rebelión de los sometidos logra la conquista del gobierno formal,
allí aparecerá toda la fuerza de los dueños del Mundo, con ataques
furibundos a los líderes populares, con sistemáticos bloqueos
económicos y ahogos financieros, y con el principal aliado en la
formación cultural afín a los “mercados”: los medios de
comunicación y su periodismo amoral, encargados de construir
“verdades” sin otro sostén que la hipocresía y la inconciencia.
Una
y otra vez han tropezado las sociedades con las mismas piedras
arrojadas por este inmenso modelo de deshumanización, empoderando a
los verdugos y sus mandantes. Mil veces caminaron el retorcido camino
de la miseria, hasta llegar cada vez al mismo precipicio
desaparecedor de derechos. Solo cabe esperar que seamos capaces ahora
de construir con urgencia un despertar diferente, un desvío de estos
horrores programados, para descubrir nuevas sendas que nos alejen
para siempre de las redes mortales de la mentira organizada por ese
nefasto paradigma de los “mercados”.
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