martes, 12 de junio de 2018

ROSARIO, LA DEL CHE

Imagen de "El Ciudadano"
Por Roberto Marra

Aunque parezca mentira, hay trogloditas en Rosario. Hombres y mujeres habitantes de las cavernas prehistóricas del pensamiento más estúpido. Descerebrados pretensiosos dueños de verdades que ni comprenden, se atreven a hablar, desde sus escasos medios lingüísticos, de personas que sobrepasan por lejos la media de cualquier ser humano que haya habitado la Ciudad.
Engreídos pobladores de bancas que deshonran cada día por su ineficiencia e incapacidad propositiva (justo ellos, tan “pro”), se muestran altivos críticos de una fotos en los ómnibus urbanos que recuerdan los 90 años del Che. Ignorantes sin remedio de la historia, de sus personajes, de los contextos, de las circunstancias y de las mismas subjetividades de cada uno de los actores que fue gestándola con sus acciones, sueltan sus diatribas creyéndose relatores de la verdad divina, inalcanzable para los pobres mortales que les tenemos que oir.
Hablan siempre en nombre de la paz, esa que sus patrones ideológicos destruyeron con perversión diabólica en los años de la dictadura, cuando tanto se esforzaron para colaborar con los torturadores y desaparecedores que les proveyeron del ámbito necesario para sus negociados que hasta hoy estamos pagando.
Pretenden hacernos creer que cuidan nuestros bolsillos, esos mismos que su máximo ¿líder? vacía con placer con sus acuerdos financieros, destruyendo el trabajo y la producción en nombre de futuros tan falsos como sus discursos preparados en las oficinas marketineras que sostienen la injusticia como valor supremo y el robo sistemático de nuestra vidas como paradigma.
Ignorantes consuetudinarios, altiva conceptualización de la cobardía, miserable representación de la población odiadora que sustentó su llegada a las bancas a las que se amarran con la repetición infinita de las mentiras tan dulces al oído de los brutos enceguecidos, suelen vociferar, cada tanto, algunas frases de supuesta defensa de la “democracia”, esa misma que anulan desde la Nación empujando a los jueces de sus Juzgados, encarcelando sin pruebas a sus opositores, desconociendo al Congreso cuando no votan lo que pretenden y apalendo a quienes no piensan igual a ellos.
Seguirán allí, sentados en las poltronas otorgadas por los que no piensan, acumulando poderes chiquitos pero suficientes para dañar a la Ciudad y sus habitantes. Se asumirán incluso como sucesores para conducir los destinos de semejante urbe, a la que, de hacerlo, hundirán sin remedio, llevándola hacia las mismas cavernas ideológicas de donde emergieron.
Sin embargo, lo que sus pobres y apagadas imaginaciones no podrán nunca, es borrar la luz de figuras como ese gran hombre que naciera circunstancialmente en Rosario, para convertirse en símbolo planetario. No importan las fotos en los colectivos, ni las remeras del consumo vaciador de ideologías. Importa sí que, saber que vivimos en la Ciudad que, con orgullo, puede jactarse de decir que aquí, nació el Che.

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