Imagen de "Taringa!" |
Errare
humanum est. Este aforismo milenario, cuya aplicación significa
entender la finitud de la capacidad humana frente a los desafíos que
se les presentan, suele ser olvidada (convenientemente para ellos)
por quienes pretenden defenestrar a algún oponente político que, en
la multitud de sus acciones en el ejercicio de algún cargo
institucional, se ha desviado en determinados momentos del camino
hacia los objetivos que se había trazado, por errores en sus
decisiones.
Sin
embargo, esa visión extremista de considerar el todo por efecto de
una pequeña parte de la acción, suele terminar minando un proceso
virtuoso que estaría llevando a un nuevo mejor estadío de la
sociedad, solo por imperio de la codicia de algunos personajes que no
encuentran otra manera de correr al costado de la historia a quienes
fueron capaces de construir esa alternativa nueva y rica para el
desarrollo.
Publicitados
hasta el paroxismo, los errores aquellos por los cuales se acusa a
los dirigentes que se tratan de borrar del mapa político, terminan
por parecer como lo único que hayan realizado durante sus mandatos.
La interpretación de esos errores como parte de corrupciones, salta
un escalón más en la desconsideración de la realidad,
absolutamente tergiversada para beneplácito del Poder y ventaja de
los miserables detractores que persiguen solo sus propios beneficios.
Así
se construye una sociedad zombie, caminando hacia la tumba de sus
derechos con el placer de los idiotas, con tal de impedir que
aquellos que les dieron tanto, puedan intentar hacer más y mejor,
corrigiendo lo que antes equivocaron. La certeza irrevocable oscurece
sus razonamientos. La sinrazón invocada como verdad terminal avanza
hasta impregnar sus conciencias con la mugre preparada para
convertirlos en masa individualista y procaz, batallón vocero de
quienes los envían al cadalso de la historia.
Los
politiqueros que comenzaron con el derrotero de la infamia, se
refriegan sus manos al ver a su rival atosigado por la sociedad
ofendida por los actos supuestamente corruptos de los líderes
bajados a empujones de su anterior consideración positiva. Subidos
al caballo de la lucha contra la “corrupción”, se corrompen como
nadie para obtener los favores del Pueblo, ahora convertido en
“gente” o “vecinos”, simple amontonamiento de individuos sin
otro interes que el que les marca la mentira mediática organizada.
Tal
como en la recordada obra de Ibsen, intentan lapidar a los honestos
haciéndolos pasar como enemigos del Pueblo, acostumbrados a tirar
piedras sin recordar nunca sus culpas. La moral no forma parte de sus
criterios y, apenas vean que su archirival recupera la consideración
consciente de la sociedad que le había dado la espalda, vuelven
sobre sus pasos maléficos, para acoyararse con quien fuera tan
castigado con sus diatribas.
Tal
vez el mayor error que pudiera cometer un líder sería no recordar
tanta miserabilidad de estos desleales de las ideas, que se arriman o
se retiran según corran los vientos políticos. Tal vez el soportar
a esos desviados ideológicos para sumarlos a la reconstrucción de
lo que ellos contribuyeron a destruir, pudiera ser necesario en el
futuro inmediato. Pero el olvido de sus actos nunca deberá ser la
moneda de cambio para con los que derribaron la esperanza popular,
con sus conciencias aplastadas por un Poder que siempre está al
acecho, corroyendo la voluntad de quienes le pasan por el costado a
la ética que, en realidad, nunca conocerán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario