viernes, 8 de junio de 2018

EL ERROR Y EL OLVIDO

Imagen de "Taringa!"
Por Roberto Marra

Errare humanum est. Este aforismo milenario, cuya aplicación significa entender la finitud de la capacidad humana frente a los desafíos que se les presentan, suele ser olvidada (convenientemente para ellos) por quienes pretenden defenestrar a algún oponente político que, en la multitud de sus acciones en el ejercicio de algún cargo institucional, se ha desviado en determinados momentos del camino hacia los objetivos que se había trazado, por errores en sus decisiones.
Sin embargo, esa visión extremista de considerar el todo por efecto de una pequeña parte de la acción, suele terminar minando un proceso virtuoso que estaría llevando a un nuevo mejor estadío de la sociedad, solo por imperio de la codicia de algunos personajes que no encuentran otra manera de correr al costado de la historia a quienes fueron capaces de construir esa alternativa nueva y rica para el desarrollo.
Publicitados hasta el paroxismo, los errores aquellos por los cuales se acusa a los dirigentes que se tratan de borrar del mapa político, terminan por parecer como lo único que hayan realizado durante sus mandatos. La interpretación de esos errores como parte de corrupciones, salta un escalón más en la desconsideración de la realidad, absolutamente tergiversada para beneplácito del Poder y ventaja de los miserables detractores que persiguen solo sus propios beneficios.
Así se construye una sociedad zombie, caminando hacia la tumba de sus derechos con el placer de los idiotas, con tal de impedir que aquellos que les dieron tanto, puedan intentar hacer más y mejor, corrigiendo lo que antes equivocaron. La certeza irrevocable oscurece sus razonamientos. La sinrazón invocada como verdad terminal avanza hasta impregnar sus conciencias con la mugre preparada para convertirlos en masa individualista y procaz, batallón vocero de quienes los envían al cadalso de la historia.
Los politiqueros que comenzaron con el derrotero de la infamia, se refriegan sus manos al ver a su rival atosigado por la sociedad ofendida por los actos supuestamente corruptos de los líderes bajados a empujones de su anterior consideración positiva. Subidos al caballo de la lucha contra la “corrupción”, se corrompen como nadie para obtener los favores del Pueblo, ahora convertido en “gente” o “vecinos”, simple amontonamiento de individuos sin otro interes que el que les marca la mentira mediática organizada.
Tal como en la recordada obra de Ibsen, intentan lapidar a los honestos haciéndolos pasar como enemigos del Pueblo, acostumbrados a tirar piedras sin recordar nunca sus culpas. La moral no forma parte de sus criterios y, apenas vean que su archirival recupera la consideración consciente de la sociedad que le había dado la espalda, vuelven sobre sus pasos maléficos, para acoyararse con quien fuera tan castigado con sus diatribas.
Tal vez el mayor error que pudiera cometer un líder sería no recordar tanta miserabilidad de estos desleales de las ideas, que se arriman o se retiran según corran los vientos políticos. Tal vez el soportar a esos desviados ideológicos para sumarlos a la reconstrucción de lo que ellos contribuyeron a destruir, pudiera ser necesario en el futuro inmediato. Pero el olvido de sus actos nunca deberá ser la moneda de cambio para con los que derribaron la esperanza popular, con sus conciencias aplastadas por un Poder que siempre está al acecho, corroyendo la voluntad de quienes le pasan por el costado a la ética que, en realidad, nunca conocerán.

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