lunes, 2 de julio de 2018

LA ESPERANZA MEXICANA

Imagen de "ADNPolitico"
Por Roberto Marra

Hace cien años, el “Centauro del Norte”, más conocido como Pancho Villa, se había convertido en el paradigma de un México que ya mostraba las características del avasallamiento que los poderosos de entonces, tal como los actuales, pretendían ejercer sobre el Pueblo heredero de los diezmados aztecas. Su figura, al igual que la de su símil sureño, Emiliano Zapata, se transformaron entonces en símbolo, no ya solo de una época, sino de una idiosincracia mexicana que perdura hasta nuestros días.
Parodiados hasta el hartazgo por la maquinaria hollywodense, sus trascendencias lograron, a pesar de eso, traspasar las barreras del tiempo y las geografías, siendo adoptados por las mayorías de los pueblos americanos como otros de sus tantos héroes nacionales, sobre todo ser quienes desnudaron al imperio yanqui en sus pretensiones expansionistas, las que nunca cesaron desde su mismo nacimiento.
Ahora, después de décadas de vendepatrias empresariales al mando de la marea neoliberal que parecía que nunca bajaría, México se asoma a una nueva oportunidad de recuperar su orgullo perdido después de los asesinatos de aquellos grandes líderes populares de un siglo atrás. Ahora parece ser el tiempo donde se comience a torcer el rumbo de empobrecimiento y muerte naturalizada que viene recorriendo toda su geografía, convertida en reducto de los negocios mafiosos del narcotráfico y sede de una corrupción institucionalizada que los “amos del norte” impusieron para facilitar su dominio.
AMLO es la sigla que sedujo a los mexicanos. Más parecida a una marca de camiones que al apodo de un hombre, o tal vez por eso mismo, el perseverante López Obrador logró avanzar con una fuerza inusitada hasta lo que parecía imposible hasta no hace demasiado. Su victoria, en medio de la clásica parafernalia mediática donde la mentira es la reina y el fraude el rey, hace más grande al Pueblo que lo eligió. Pero la llegada al poder gubernamental, sin embargo, solo será el comienzo de una lucha mucho más dura y compleja, donde arreciarán las mismas falsías y se elevarán los ataques despiadados para impedir la aplicación de su programa de recuperación social.
La violencia que atraviesa a esa sociedad empobrecida, se ha convertido además en una de las más peligrosas forma de dominación: la del miedo. Narcos, paramilitares, fuerzas armadas, grupos de civiles pretendiendo defenderse de semejantes perversiones, han conformado un cóctel de ferocidades que vienen provocando decenas de miles de víctimas. Desapariciones, femicidios, atrocidades ilimitadas diarias, periodistas muertos por difundir la verdad, candidatos asesinados para impedir sus triunfos locales, todo estuvo siempre al servicio de asegurar el apoderamiento de las enormes riquezas que México posee.
Ahora comienza un nuevo período, tal vez otro “cambio de época”, como aquel que empujaran los presidentes latinoamericanos de principios de este siglo XXI. Pero los dueños del Mundo no se resignarán tan facilmente. Habrá de ser con mucho más esfuerzo y voluntad que la ilusión se pueda convertir en realidad. Será con la multiplicación de la firmeza moral y material que los nuevos pasos se transformen en cimientos de una realidad distinta para los mexicanos.
Y será con el correlato del aliento que el resto de los pueblos sometidos de Nuestra América le de a este nuevo vuelo que Villa y Zapata comenzaron hace más de un siglo. Fallaron tal vez en muchas cosas, pero jamás en la certeza de una emancipación que sobrevuela desde entonces los corazones esperanzados de una Patria que ahora podría llegar empezar a ser tan Grande como la soñaron aquellos épicos Quijotes de grandes sombreros y enormes bigotes, dignos sucesores de quienes hace doscientos años plantaron la semilla de una libertad que no termina de germinar.

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