martes, 5 de junio de 2018

MERCADO POLÍTICO

Imagen de "Urgente24"
Por Roberto Marra

Que la política está mercantilizada, nadie lo puede negar. Las decisiones en materia electoral se siguen tomando en base al concepto de “oferta y demanda”. Oferta y demanda de candidatos, no de programas de gobierno. Oferta de personajes inventados para la ocasión o repetidos especuladores atentos a los devenires populares, cuyas demandas estudian para responder con un marketing adecuado al convencimiento probable que tendrán sus mensajes, sin considerar, en realidad, la solución real de los problemas que les dieron origen a esos requerimientos sociales.
Hoy, cuando el final de la ola neoliberal salvaje que está transcurriendo parece ya insoslayable, comienzan a aparecer las repetidas caras de las ofertas, viendo la tremenda demanda que las calles gritan a diario. Tampoco ahora parecen hacer otra cosa que adecuarse a las circunstancias temporales, lejos de presentar más que algunas frases estudiadas para parecer lo que no son o exaltar virtudes que nunca demostraron.
Al igual que en los avisos publicitarios de cualquier producto, se trata de demostrar superioridades frente a la “competencia”. Cuando no logran hacerlo, comienzan las acusaciones más inverosímiles hacia los rivales que, paradójicamente, pertenecen al mismo espacio político. Para lograr la “venta” del “producto” electoral, nada más rápido y seguro que destruir la influencia que hasta el momento pudieran tener las figuras de mayor raigambre popular y autenticidad.
Los asesores de mercadeo estudiarán lo que la población desea oir de los candidatos ofertados para otorgarles su confianza (y sus votos). En base a eso se elaborarán discursos, slogans y posturas fotográficas que posicionen al candidato en el inconsciente colectivo como defensor de sus demandas. El Poder, a través de sus medios hegemónicos, hará su parte fundamental, posicionando al candidato que mejor se arrime a sus intereses, aún cuando sus discursos parezcan de barricada revolucionaria.
La ciudadanía no es una actora inocente en este proceso, tan repetido como perverso. La construcción de una idiosincrasia basada antes en el vituperio fácil, en el reproche permanente, en la condena sin análisis, ha logrado generar una historia de idas y vueltas entre el cielo y el infierno, aceptando la reiteración y profundización de los daños a toda la sociedad, solo por seguir las ofertas de promesas vanas de rápidas desmentidas pos-electorales.
Los paradigmas sociales más virtuosos forman parte de muchos discursos de los ofertantes acostumbrados a las mentiras dichas con tono de verdades absolutas. Jamás las tendrán en cuenta después, cuando sea tarde para el arrepentimiento de las mayorías que les otorgarán sus votos. Tal como sucede en los “mercados”, todo cambiará muy raudamente, desvalorizando con premura la palabra empeñada con miradas estudiadas y gestos de estadistas que nunca serán.
Sobrevendrán entonces las excusas de los males recibidos, de la “mercadería” social en mal estado, de los esfuerzos por venir para “salir adelante”, de las miserias a asumir para los logros que nunca llegarán.
Ese es y será el resultado del “mercado” politiquero. Ese es el final seguro de cada proceso electoral viciado de las mentiras de candidatos sin dignidad. Ese será el resultado del desprecio de las advertencias de los que intentaron ser simples representantes de una doctrina manifestada en un programa de gobierno al que las mayorías le dan la espalda, obnubiladas por el envoltorio brillante de la repetida “oferta” de los hipócritas.

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