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Existe
una frase repetida hasta el fastidio cada vez que se realiza una
medida de fuerza por los trabajadores: “El día después del paro”.
Esa es la “preocupación” que manifiestan los fabricantes de
pobrezas y miserias del establishment gobernante, encargados de
difundir esa idea del fracaso anticipado del resultado de la
protesta, junto a los farandulescos personajes que ofician de
“periodistas” en los medios de (in)comunicación.
En
la mayoría de los gobiernos que se sucedieron en décadas, legítimos
o ilegítimos, las reacciones hacia las acciones de protesta de las
organizaciones gremiales fueron por ese camino fácil y falso de
desprestigiar las reacciones de los trabajadores ante el
avasallamiento de sus derechos más elementales. Fueron siempre los
intentos (vanos, en su mayoría) por impedir la queja efectiva, la
que pega donde les duele a los poderosos propietarios de casi todo,
cuando las palabras no se escuchan y los platos de comida están
vacíos en los hogares de quienes todo lo hacen y poco reciben a
cambio.
Vuelven
ahora con la misma y vacía frase, con gesto adusto, pretendiendo
preocupación por la economía que ellos destruyen, por la salud que
ellos no atienden, por las escuelas que ellos cierran. Intentan
convencer con sus ataques de histeria laboral, sobre su interes por
lo que no se interesan jamás. Cabalgan sobre los paradigmas
clasemedieros inyectados hace tiempo en las conciencias mediatizadas
por su propio sistema comunicacional, base absoluta para el dominio y
la idiotización generalizada.
Tienen
como aliados fundamentales a dirigentes de los gremios más masivos,
actuando como caballos de troya a favor de los patrones (y de sus
beneficios personales, claro). Tenaces defensores de los “arreglos”
con el empresariado, abjuran de los movimientos de fuerza como método
coactivo para lograr beneficios para sus representados, salvo cuando
necesitan obtener algun “retorno” negado por sus mandantes.
En
realidad, “el dia después” de un paro, es un gran día. Es
cuando los laburantes reinician sus actividades, sabedores ahora de
sus fuerzas reales, hasta entonces escamoteadas por sus dirigentes
pusilánimes o traidores. Por supuesto que sus problemas seguirán
allí, tal y como lo dejaron el día anterior al paro. Pero se ha
plantado un mojón nuevo, se ha subido un peldaño en la comprensión
de la realidad y se ha elevado la conciencia domada por tantos
obsecuentes del Poder.
Elementales
en sus planteos, los actuales (des)gobernantes continúan con la
siembra de sandeces verbales, tratando de negar lo obvio y evitar el
destino desmadrado de su modelo de acumulación de riquezas y
endeudamiento sistemático. Se preparan para sus peores caras, donde
los golpes y las balas reemplazarán al diálogo que nunca quisieron,
salvo como método distractivo junto a sus cómplices supuestamente
opositores.
Será
con ese método, tan caro a sus ideales oligárquicos, que habrán de
intentar sostener su miserable proyecto antinacional. Será con la
persecusión implacable a los líderes auténticos de los
trabajadores que continuarán su camino hacia la ilusión re-electora
para la continuidad del hundimiento social que han provocado.
Tendrá
que ser, entonces, más contundente y firme que nunca la acción
unida de las mayorías populares, hasta clavar la estaca de la lucha
emancipadora en el corazón mismo de estos auténticos vampiros
neoliberales, expulsándolos para siempre de nuestras tierras. Aunque
esto impliquen cien paros con sus cien “días después”.
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