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Por
Roberto Marra
“No
es el destino. Es Macri”. Así culmina una nota en Página/12 la
talentosa periodista Sandra Russo, donde expone la crudeza del
momento político por el que estamos transcurriendo. Y no es Macri
como individuo (aunque también), quien importa de verdad. Es su
representatividad de clase, su trasfondo ideológico, los colgajos de
la oligarquía que lo adornan, los discursos bañados de inútiles
“alegrías” intentando mantener la dispersa “tropa” que lo
sigue en sus oscuras y tramposas decisiones.
No
se detiene ante nada. Ni docentes que vuelan por los aires, ni
escuelas atadas con alambres oxidados, ni puebladas exigiendo lo que
nunca habrá de aceptar hacer. Está en su “ADN” politiquero,
forma parte de su asqueante realidad virtual, ofrecida como se
ofrecen las también virtuales comidas a los alumnos de esas escuelas
empobrecidas hasta la muerte.
Cuenta
a su favor con la colaboración estrecha de lo peor de eso que se
denomina “justicia”, remedo lúgubre del otrora respetado último
escalón de la verdad, dominado eternamente por los únicos a quienes
se les permite acceder a los máximos cargos por su pertenencia de
clase (o su genuflexión prebendaria).
Desde
allí nació otro de los distractivos pasos de comedia destinados a
poner en la picota a la ex-Presidenta, destino final de cada uno de
los actos que desarrollan estos vendepatrias disfrazados de
luchadores contra la “corrupción”. Con horas de seguimientos de
cuadernos falsificados, de fotocopias probatorias de la nada, de
encarcelamientos ilegales, van conformando una certeza en los débiles
miembros de esta sociedad enfrascada en sobrevivir, donde señalar
culpables ha pasado a convertirse poco menos que en un deporte.
Allí
está también, como el telón de fondo de las tropelías macristas,
la giocondina sonrisa de la sucesora en ciernes, tan perversa o más
que su payasesco presidente, preparada siempre para lanzar la
estocada de una mentira preparada en los talleres duranbarbescos,
acusando a sus enemigos políticos de sus propios delitos. Cuenta a
su favor con un ejército de “trolls”, basura mediatizadora de
falsedades goebbelianas, que inundarán las redes con mendacidades
que ya pocos creen.
Evasores,
lavadores de dinero oscuro en guaridas fiscales, ladrones de
identidades para uso electoral, fraudulentos y tramposos, suman cada
día un “blasón” más a sus andanzas por el camino del
enriquecimiento ilimitado. Preparan las armas para prevenir
rebeliones pacíficas, reprimen con saña y matan por la espalda a
luchadores sencillos de comunidades perseguidas para apoderse de sus
legados ancestrales y entregarlos al imperio y sus secuaces.
Petroleo,
gas, litio, oro, agua, son las exigencias de sus patrones mundiales,
a cambio de millones para ellos, monedas para sus cómplices y hambre
para las mayorías. La soberanía ha pasado a peor vida, aplastada
por las botas de los yanquis enquistados en los lugares claves del
territorio, mientras ministros y jueces pasan por la “embajada”
para recibir órdenes, las que cumplirán con el placer propio de los
traidores.
Patética
pero auténtica descripción de una realidad necesitada de valientes,
en medio de una oscuridad ideológica precisada, a su vez, de líderes
que la iluminen. Y de un Pueblo predispuesto a trastocar tanta
inmunda andanada de abusos, tanta metralla de mentiras, tanto olor a
muerte temprana, tanta miseria consumada, fabricando ahora su propio
destino, para que nunca más éste vuelva a estar en manos de un
Macri. Auténtico o enmascarado.
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