Imagen de "Pensando Américas" |
Por
Roberto Marra
Si
se pone atención a la sucesión de hechos que se vienen dando en
toda Nuestra América, teniendo conciencia de la unidad implícita
con la que el mismo imperio considera a este Continente, visible a
través de la repetición de las mismas acciones en cada uno de los
Países que lo integran, se notará que en cada uno de ellos se va
conformando una especie de “embudo” político hacia el cual nos
empujan para conducirnos hacia las salidas que solo a ellos les
convienen.
No
puede extrañar, entonces, las declaraciones repugnantes y soeces de
los autores intelectuales del intento de asesinato del Presidente
Maduro en Venezuela, mostrando sus fauces preparadas unicamente para
morder impiadosamente a sus aborrecidos enemigos de clase,
sustentados en el peor de los respaldos, el de la inmoralidad
satánica de los enemigos del Planeta, los hacedores de todas las
guerras, los verdaderos terroristas del Mundo, ese decadente imperio
de ínfulas muy altas y vergüenzas imposibles.
La
profundización de las desgracias populares forman parte del camino
hacia lo que imaginan como el fin de su odiado “populismo”,
convenciendo previamente a los creídos miembros del privilegio
pasajero que, antes de que lo puedan pensar, estarán arrastrándose
en el mismo lodo al que ayudaron a empujar a sus despreciados
conciudadanos de rostros más oscuros y orígenes más americanos.
La
verdad hace rato que dejó de existir por estos lados en los medios
de comunicación. Su partida de defunción la presentan cada día
ante nuestros ojos y oídos, para asegurarse que entendimos su
asqueroso mensaje extorsionador. Los intentos de magnicidios que
tratan como autoatentados, revelan la condición inhumana de sus
integrantes y sus mandantes a los que, a estas alturas, ya son
demasiado parecidos, e imperdonables.
La
burla hacia los auténticos líderes populares de la región es
permanente e insoportable. Pero, sin embargo, se soporta. Demasiado,
se podría decir, ya que los pasos siguientes son los asesinatos de
ellos, después de bañar con el excremento de falsedades con las
cuales logren convencer a los pueblos de hechos que nunca pasaron, de
palabras que nunca se dijeron, de fortunas jamás probadas, de
acusaciones de inmoralidades que son, solamente, el espejo de las que
los acusadores sí cargan en sus espaldas.
Traicionar
se ha transformado en un deporte para algunos politiqueros con
ínfulas de estadistas, como el presidente rodante de Ecuador, o el
(In)presidente de Brasil, caricaturas horrendas de lo peor de
nuestras historias, deshonestos malandrines que ocuparán el peor de
los sitiales en el devenir de los tiempos. Mentir es el otro
entretenimiento preferido por estos inútiles farsantes, a lo que
recurren para sostenerse en sus poltronas estatales, mancillando el
honor de haber sido electos, aún cuando haya sido por la idiotez de
millones fabricada al efecto.
Quedan
pocos representantes auténticos de los Pueblos en nuestra Patria
Grande. Sostenerlos es la proeza a la que debiéramos estar dedicados
todos, si tuviéramos la suficiente lucidez colectiva para entender
lo que sobrevendría en caso de que esas experiencias maravillosas y
audaces desaparecieran.
Abrazarlos
con la ayuda de nuestras propias liberaciones sería el refuerzo que
impediría el retroceso mortal que pretenden el imperio y sus socios
oligarcas. Elaborar programas que den continuidad y profundicen los
avances logrados antes de la invasión neoliberal, será el camino
inexorable para reconquistar la soberanía perdida en nombre de un
cambio que solo vino para darle el tiro de gracia a las esperanzas y
los sueños que, desde hace más de doscientos años y con la misma
saña, pretenden exterminar.
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