Imagen de "Redacción Rosario" |
Por
Roberto Marra
Las
palabras y sus significados tienen mucho para explicar la realidad,
esa que se oculta detrás de eufemismos y herejías leguleyas. Una
que está muy en boga en estos tiempos es: allanar.
Además de las clásicas acepciones utilizadas en el ámbito
jurídico, como entrar, registrar, irrumpir o invadir, hay otras,
cuyos significados aluden a lo que en verdad se desea hacer en
algunos casos con esos procedimientos.
Obsérvese
cuanta “enjundia” puesta al servicio de la gramática, cuanta
“elevada capacidad” para demoler a una mujer cuyos méritos, se
registren como buenos o malos, solo debieran valorarse desde lo
político, jamás desde lo judiciable. El cobarde encaramado en su
cargo por anotaciones oscuras en una sucia servilleta de un bar
porteño, con menos prosapia jurídica que un chimpancé, esgrime sus
poderes ilimitados azuzado por un gobierno tan incapaz como
tergiversador de la leyes, mientras las pantallas de la indignidad
periodística vomitan sus miserables mensajes fabricantes de
imbéciles.
El
permanente invasor de hogares de los enemigos del Poder, oculta su
pasado de guapo de ferretería, homicida confeso de una persona por
la espalda, demostrando su “valentía” resguardada por el Poder
en el que desarrolla sus perversiones junto a otros de su misma laya.
Nada como mostrar ese tipo de disvalores, para recibir los favores de
una prensa que lo coloca en el pedestal diario de la diatriba
ofensiva de la inteligencia.
No
es el único, ni el primero, ni el último. Forma parte de una “raza”
especial de utilitarios personajes que los poderosos manejan a su
antojo, porque los saben gozosos de sus actos perniciosos para la
sociedad a la que deben disciplinar. Sus actos no se basan nunca en
ninguna verdad comprobable, sino en simples señales acusatorias de
cómplices y traidores, esos mismos que ahora concurren a los
tribunales para declarar en línea con los amigos y parientes del
gobierno de los ceos.
Hostigar,
martirizar, acusar, perseguir, esos son los verbos preferidos de esta
caterva de “representantes de la Ley”, a los que cómplices y
traidores de toda especie acompañan para hundir a la Nación en la
subcultura del odio irracional, tratando de arrinconar la historia en
la oscuridad y el olvido, obligando a la sociedad a deslizarse por
una rampa de miserias materiales y espirituales que aceleran su
degradación moral.
Inútil
será insistir, como hacen algunos ilusos, en solicitarle
racionalidad a este poder judicial. No la puede tener, porque deriva
su acción de estrategias que no decide, sino que les exigen sus
sostenedores materiales. Los que mandan de verdad, los personajes
siempre ocultos (o no tanto, a veces), solo tienen que chasquear sus
dedos para ser obedecidos por estos enanos jurídicos.
Queda
un solo camino para modificar esta realidad, para convertirla en
virtuosa, para hacer desaparecer las razones profundas de los
sufrimientos que genera. Habrá que también aprender a chasquear los
dedos de las mayorías populares al unísono, tantas veces como se
necesiten, para expulsar a los saqueadores de la legitimidad y
eliminar sus madrigueras institucionales para siempre. Tal vez así,
sin la carga de esas virósicas presencias, la verdad retome su
camino y la libertad deje de ser un privilegio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario