Imágen de "La Quinta Pata" |
Por
Roberto Marra
Las
formas de dominación mundial no se limitan a acciones directas de
los gobiernos del imperio, apoderamiento de los sectores más
importantes de la economía de cada nación, ahogos financieros para
empujar a decisiones contrarias a los intereses de las poblaciones
por los gobiernos de esos países o, incluso, lisas y llanas
intervenciones militares. Ejemplos son lo que sobran a lo largo de la
historia, sobre todo en Nuestra América, aunque no solo, por
supuesto.
Como
son también los dueños de la “verdad” exhibida en los medios de
comunicación que, ¡oh, casualidad!, son de su propiedad en la
mayoría de los casos, el combo perfecto de ofertas diabólicas será
aceptado con premura por la mayoría embrutecida de los habitantes
invadidos y sojuzgados. El “sano” periodismo, con sus caras
compungidas de dolores que no sienten, cumplirá con su labor de
socavamiento permanente, minando el camino de quien fuera objeto de
su persecusión, influyendo sobre las conciencias televisadas de la
ciudadanía e incitando a rebeliones contra sus propios intereses.
Dentro
de esos organismos multinacionales, siempre existen sub-entidades
“defensoras de los derechos humanos”, que despliegan sus tácticas
degradantes de los gobiernos que no le sean afines a los intereses
imperiales, encubiertos tras una pátina de control y protección de
esos derechos básicos. Nada mejor, para acabar con los gobiernos
“populistas” que tanto les molestan a los poderosos que sustentan
a esos organismos internacionales, que mostrarlos como corruptos,
ejecutores de opositores y empobrecedores de sus poblaciones.
Vale
aclarar que no todos los integrantes de esas entidades son lo mismo.
Siempre existen nobles personas de buena voluntad, que creen
realmente en los beneficios de los controles internacionales sobre
los actos que pudieran afectar los derechos humanos. Sin embargo,
solo son piezas de un gigante rompecabezas estratégico que arma el
imperio y que, simplemente, ofician de infantería para lo que será
el ataque final contra la Nación que se busca someter.
No
saldrán de las bocas de esos funcionarios “humanistas”,
demasiadas palabras sobre los crímenes que realizan sus amos
imperiales y los gobiernos afines a éste, siendo quien paga sus
enormes “cachets” en esa teatralización de sentimientos falsos y
razones que no pueden sostener, la mayoría de las veces, con
realidades concretas.
Mezclando
verdades con mentiras se obtienen los mejores resultados para el
“diablo” imperial. Apenas observan un hecho negativo que pueda
ser útil para generar daños a los gobiernos que el imperio necesita
destruir, comienzan las visitas de los enviados de esas entidades
quienes, invariablemente, se reunirán con los “opositores” que,
“casualmente”, son sostenidos por esas otras patas de las
invasiones silenciosas, las ONG, costeadas también por el mismo amo.
A partir de allí nacerán sus discursos “protectores” de los
derechos humanos, sus advertencias al “régimen” en cuestión y
sus “recomendaciones”, rápidamente adoptadas por el imperio para
amenazar con las represalias que no son más que el inicio del final
para la soberanía de esa Nación.
Después,
cuando sus objetivos hayan sido alcanzados y las masacres a las
libertades y las independencias fueran concretadas, se retirarán a
sus poltronas de lujosas oficinas de Manhatttan, desde donde seguirán
observándonos con atención, siempre listos para impedir que se
avasallen los “derechos humanos”, pero solo del “selecto”
grupo de perversos que decide la vida y la muerte de la parte de la
humanidad que nunca importa.
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