Imagen de "Tres Líneas" |
Por
Roberto Marra
Según
los más relevantes estudiosos de los sistemas judiciales, el actual
proceso que el juez servilletero está conduciendo contra la
ex-Presidenta, está viciado de nulidad desde su mismo inicio, por no
haber sido designado ni él mismo ni su fiscal cómplice mediante los
procedimientos establecidos al efecto. También se ha explicado las
multiplicidad de faltas a la observancia de los debidos modos de
dictar prisiones preventivas y allanamientos fuera de los horarios
previstos en las leyes.
Carpetazos
mediante, allí van algunos de estos indecentes personajes a sumarse
al show, con tal de “zafar” de los castigos prometidos
descaradamente por el procaz servidor del Poder autoasumido como
supremo hacedor de la injusticia, si no llegan a decir lo que quiere
oir de ellos. Basta entonces con pronunciar el nombre “Cristina”,
para obtener su libertad y los micrófonos amigos.
Para
servir de claque a esta puesta en escena maquiavélica, están los
senadores de la Nación. Con semejantes cargos, obtenidos por el
beneficio de los votos de tantos idiotas útiles, se dedican casi con
exclusividad a realizar declaraciones de “imparcialidad”, “lucha
contra la corrupción”, “desvelo por la República” y otras
sandeces similares.
Parte
inseparable del bloque de vendepatrias conformado junto a los
gerentes del ejecutivo, abren el camino al sueño que los desvela:
aislar, cercar y destruir a la ex-Presidenta. Ahí está, al frente
de este último peldaño de la indignidad parlamentaria, el miserable
Pichetto, otro de los tantos amenazados con exhibir un prontuario
“poco feliz” para su futuro.
No
está solo, claro. Y deberá tenerse la prevención de conocer cada
uno de los nombres involucrados en estas maniobras de tan baja
calidad institucional, uno de los cuales resulta ser (como siempre)
el inundador serial santafesino. Con sus caras de cemento de curado
rápido, sabrán acomodarse entre los otros melones que el Poder
disponga para subir al carro mugroso de la oligarquía financiera,
empoderada por el mismo pueblo que sufre sus andanzas destructivas de
los últimos resabios de justicia social que queden en pie.
Pronunciarán
sus discursos vacíos de honestidad, huecos de conocimientos,
réprobos por sus orígenes e indignos por sus objetivos. Escupirán
sus odios incontenibles, vociferarán sus espúrias razones,
insultarán la capacidad de entendimiento popular y arrastrarán a la
Nación hacia la crueldad de un destino doloroso, donde el
sufrimiento social elevará exponencialmente su nivel, en la misma
magnitud que el enriquecimiento ilícito de todos y cada uno de los
serviles integrantes de esta banda delincuencial al mando de la
Patria a la que vinieron a rematar.
Después
sobrevendrá el siguiente paso de esta comedia enredada entre
excrementos de verdades y montañas de mentiras. El servilletero y su
socio fiscalizador se harán presentes en el escenario más deseado
para desarrollar sus histriónicas condiciones, invadiendo la
intimidad de su enemiga con la satisfacción de la brutalidad
aplaudidora de los medios. Buscarán en pisos y paredes, techos y
marcos de puertas, inodoros y colchones, placares y mesas, sillones y
cocinas. Romperán todo lo posible, destruyendo los últimos
vestigios de dignidad que pudieran existir en sus cerebros inundados
de placer por el odio.
Con
nada real en sus manos sucias, insistirán con más y más diatribas
leguleyas, pretendiendo oscurecer a la figura que los desvela. El
miedo al “populismo” los obnubila, les retrasa la razón, los
encierra en una oscura cueva sin salida, salvo la violenta. El
imperio los incita a cumplir con sus deberes, los poderosos les
prometen más poderes, pero la perseguida no se arredra. Contra todos
los pronósticos, se afirma con mayor fuerza en sus convicciones,
responde con la altura de su dignidad y expone al enemigo de la
Patria ante su Pueblo.
Es
que no se trata ya de una persona, por importante y trascendente que
sea su presencia. No es esta mujer, en realidad, el objetivo final de
las intrigas y los desvaríos del Poder. No es solo su posible
candidatura lo que los tensa. Es la razón que expresa en sus
palabras, abriendo paso a la comprensión de la búsqueda de la
grandeza con la cual enfrentar al enemigo instalado en los tres
poderes del Estado para cumplir con el mandato antinacional de
convertirnos nuevamente en colonia. Se trata, en definitiva, del
último bastión del honor que anida en cada uno de nosotros, que
necesita de su liderazgo para explotar, por fin, en una nueva
independencia.
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