martes, 21 de agosto de 2018

DOCE VECES EVO

Imgen de "CNN en español"
Por Roberto Marra
Abya Yala” es el nombre con el que los pueblos originarios de nuestro continente prefieren denominar a América. Proviene de una expresión del pueblo Kuna, habitantes de lo que hoy son los territorios de Panamá y Colombia, antes de la invasión de los europeos, y que literalmente significaría tierra en plena madurez o tierra de sangre vital. Y aunque los pueblos originarios de lo que ahora es Bolivia no comparten el idioma que dio orígen a ese término, parece que lo están prefiriendo al impuesto por los invasores de entonces, como método de claro posicionamiento ideológico frente a esa historia negadora de sus derechos ancestrales.
Nunca tan bien elegido semejante denominación, que describe con exactitud lo que está sucediendo en la Bolivia de Evo Morales Ayma, líder de una auténtica revolución en lo que fuera parte del Imperio Inca, luego llamado Alto Perú, región que, por decisión del entonces primer vendepatria nacional de estas tierras argentinas, se abandonó a su suerte, contra la voluntad de los libertadores Bolívar y Sucre.
Doce años después de su llegada al gobierno, junto a su perfecto adlátere ideológico, Álvaro García Linera, ha podido demostrar que el estigma de “indio bruto” con el que los “blanquitos” intentan (en vano) bastardear su impresionante capacidad para liderar semejante proceso de cambios, resulta poco menos que ridículo.
Son los mismos estigmas que en toda nuestra región han servido para degradar socialmente a los pueblos originarios, inundar las conciencias populares de supuestas superioridades de los invasores y sus descendientes, y asegurar su esclavitud para regodeo de los perversos autoasumidos como dueños de la historia.
Evo resultó ser un líder único, impensado, que supo desatar el nudo social de la aceptación del sometimiento, que introdujo el poder de la autovaloración en su Pueblo, elevándolo a la categoría de seres humanos a la que no se les había permitido llegar nunca bajo los gobiernos entreguistas que le precedieron (con contadas excepciones prontamente silenciadas).
Bolivia es ahora una Nación respetada, por voluntad propia y por la fuerza de los hechos apabullantes de su desarrollo, que impresiona frente a los resultados de las otras naciones de nuestro continente, ahora sometidas, la mayoría casi absoluta, a los regímenes destructores de tantos procesos virtuosos desarrollados desde principios de este siglo. La Pachamama, esa prodigiosa divinidad asumida como orígen de todo, parece haber encontrado su perfecto intérprete político en este hombre humilde pero valiente, sencillo pero desafiante, de pocas palabras pero de enormes decires.
Ninguna nación se le arrima a su crecimiento vertiginoso. Menos aún al concepto de ese crecimiento como valor de empoderamiento de todo su Pueblo, no de enriquecimiento de las élites que siempre lo dominaron. De ahí el odio mortal contra este paladín de la justicia social, por parte de estos miserables eternos apropiadores del yugo ajeno, socios sumisos del imperio que no claudica en su intento por destruir esta experiencia maravillante.
Evo es un imprescindible. Configura como nadie la auténtica “sangre vital” de los pueblos que luchan por sus vidas con la fuerza de la razón de la verdad aplastada por quinientos años. Es un incomparable capitán para este barco inmenso que alguien bautizó como América, capaz de interpretar la voluntad acallada de millones de sometidos a los regímenes ladrones de la historia y asesinos del futuro. Es el escudo construído con la amalgama de estaño, sudor, sangre y voluntad infinita, que sostiene, mal que les pese a los odiosos oligarcas y los traidores desclasados, las banderas eternas de la liberación de la, ahora también nuestra, Abya Yala.

No hay comentarios:

Publicar un comentario