miércoles, 21 de marzo de 2018

LA UNIDAD ES UN SUEÑO ETERNO

Imagen Infobae
Por Roberto Marra

En 1930 se unieron algunos sectores y voltearon a Irigoyen. En 1945 se unieron casi los mismos, ampliados con la intervención directa del imperio, pero esa vez no pudieron impedir el “populismo” naciente. Sin embargo, en 1955 sí pudieron los mismos “unionistas” de antes. En 1976, se repitió la mortal unión para empujar a la Nación al peor de los abismos que se recuerde. La argamasa de esas uniones estuvo siempre impregnada de un ingrediente insoslayable para los sectores sociales del privilegio y sus lacayos desclasados: el odio.Enfrente tuvieron siempre a decenas de pedacitos de un todo, perdidos en vanidades y falsas hegemonías, generadas por los mismos integrantes de cada uno de los sectores, pero alimentadas convenientemente por la maquinaria del Poder, que empuja a los idiotas útiles a repetir la danza interminable de tropiezos con la misma piedra del encono sin memoria.
Cansa escuchar a los diferentes representantes de sectores de similares objetivos políticos, manifestar primero las diferencias con sus colegas de las otras fuerzas, mientras al mismo tiempo hablan de unidad. Rebela ver a los archiconvocados por los medios para destruir la imagen de la importante líder del pasado reciente, explicando las decenas de equivocaciones de ese gobierno del que participaron, antes de decir que, a pesar de eso (y de ella), “tenemos que lograr la unidad”.
Ahora hay varios intentos por lograrla, pero siempre con la nube de la sospecha amenazando con la lluvia de portazos al futuro imprescindible para terminar con la bestialidad antisocial de los actuales ocupantes del gobierno. No faltan nunca las advertencias sobre la presencia o no de la ex-Presidenta, como si fuera un estigma que les quema las manos que deben levantar para aprobar el nacimiento de la nueva unidad que siguen dudando.
En realidad, todo se origina en la costumbre de unir por arriba, entre integrantes de las cúpulas dirigenciales, con mínima intervención real de los destinatarios finales de esa necesidad urgente para impedir la muerte social que se está generando. No se trata ya solo de la indolencia de los dirigentes, sino de la costumbre que acarrean los individuos integrantes de los sectores que desean las coincidencias, pero que no ejercen en forma directa la decisión de construirla a partir de ellos mismos.
Las personas, los militantes, no se atreven a tomar en sus manos la organización de la unidad. Antes pretenden que “otros” lo hagan por ellos. Entonces lo hacen los mismos de siempre, algunos con buenas intenciones y otros... no tanto. Y reaparecen las disputas miserables por espacios de un poder que no se tiene, porque todavía no se construyó. Y se reproducen recetas fracasadas de amontonamientos sin bases programáticas que los sustenten.
La apatía popular es aprovechada por el Poder Real, introduciendo cizañas entre quienes piensan lo mismo pero no lo admiten, influenciados por las mediáticas expresiones de los “topos” que se venden como salvadores de los pueblos, al tiempo que dañan las estructuras complejas del edificio unitario en ciernes.
El periodismo berreta colabora incesantemente con la destrucción de la idea, con discursos falaces sobre la necesidad de unidades que no promueven, generando discusiones vanas en programas destinados a mantener los enconos en alto y los odios bien presentes. Son el pasto que se les tira al ganado ignorante en que se ha convertido el grueso de la población, aplastada por la pobreza y sus consecuencias inhibitorias de la razón.
La necesidad, la voluntad y la urgencia está allí, en la consciencia de los más esclarecidos y en el corazón de los que sienten la solidaridad como el método más apto para construir el complejo andamiaje que provea las bases del edificio de lo unitario de verdad. Falta que la decisión de los honestos gane la partida ante los olvidadizos de la historia, que con sangre y dolor parió una Patria que arrasaron tantas veces como el Pueblo levantó sus cabezas. Es hora de alzarlas de nuevo, todas a un tiempo, apartando las piedras de los viejos y repetidos tropiezos. Y dejando las miserias y los odios, solo para los traidores y los indiferentes.
 

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