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Que la sociedad está claramente
dividida entre ganadores y perdedores, ya no pueden quedar dudas.
Sobre que las clases sociales existen y se manifiestan con una
crudeza apabullante, tampoco. Que el poder que da el dinero acumulado
determina los beneficios que se le otorgan a cada persona, es todavía
más visible en el ámbito del Poder Judicial, siempre proclive a
favorecer a los poderosos y sus representantes, antes que a los
simples ciudadanos de a pie.
Nunca mejor ejemplificado este
proceder deshonroso para ese Poder, que el caso del “famoso”
abogado Beccar Varela atropellando y matando una persona con su
lancha, borracho y sin control. Y aunque las comparaciones suelen ser
injustas, valen para este caso, cuando el susodicho leguleyo está
“imputado por homicido culposo agravado por lesiones” (le faltó
“seguido de muerte” a la imputación), y la “Justicia” lo
deja en libertad porque dice que “está a derecho, mostrando
voluntad de cooperar, sin indicios de fuga”, mientras a los
opositores políticos que el régimen macrista ha encarcelado, se les
ha negado sistemáticamente ese beneficio.
Por fuera del asco visceral que
provoca la existencia de personas como estas, que desprecian tanto a
los demás que se dan el lujo de actuar como quieren sin importarles
los sabidos resultados que podrían tener esas acciones derivadas de
sus “excesos”, está el modo en que se los trata, la deferencia y
el respeto que manifiestan sus “pares” del mundo judicial. Y
también el periodístico, siempre presuroso para proteger a sus
admirados oligarcas de doble apellido, al tiempo que lloriquean
falsamente ante las cámaras, falseando un sufrimiento que nunca
tnen por los más débiles de la sociedad.
Peor aun resulta escuchar a tanto
admirador de los poderosos, tratando de justificar el proceder
repugnante de este personaje tan emparentado con los intereses de los
gobernantes actuales, ya que es un especialista en defraudaciones y
estafas, lavado de dinero, penal tributario, aduanero, cambiario,
delitos contra el honor, delitos ambientales, delitos contra la
administración pública y varios etcéteras por el estilo. La
casualidades tampoco son muy probables en este caso, y la defensa y
protección a ultranza que se le brindará al provocador de la muerte
de una joven mujer a costa de su diversión, hará posibe el olvido
rápido del hecho y un pasaje fácil por los tribunales de la
injusticia permanente.
No tardará mucho en volver a
navegar y a solazarse con sus dineros habidos a cuenta de infelices
ciudadanos que padecen sus patrañas judiciales. Vivirá su vida
varias veces, desgarrando las ajenas con sus atávicos procederes
derivados de alcurnias de pasados tan oscuros como deleznables.
Mientras sus víctimas, cargando el dolor eterno de la injusticia
hecha muerte temprana, padecerán en silencio el horror desatado por
la conciente y perversa actitud de un Poder Judicial, que también
navega atropellando incautos por el sucio cauce de la impunidad.
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