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Creer
en las propias fuerzas, estar seguro de las convicciones, no
especular con los postulados que le den vida a nuestra ideología, es
parte de una posición digna en la lucha frente a las inmensas
fuerzas de los poderes fácticos que predominan por estos tiempos de
hegemonía conservadora. Situarse ante los enemigos del Pueblo con la
carga anímica de una historia plagada de ejemplos de valentías y
sacrificios de hombres y mujeres que dejaron sus propias ambiciones a
un lado para construir justicia social, también alecciona y sostiene
el discurso que cada uno sea capaz de elaborar para derrotar a los
enajenados y rapaces dueños de casi todo.
Sin
embargo, y con todo el significado que eso tiene, no alcanza. Además,
hay que prepararse intelectualmente, estar “avispado”, ser sagaz
e intuitivo y, sobre todo, tener siempre un As debajo de la manga.
Ese As, no pueden ser sino los datos, la estadística, la historia
verificada con pruebas irrefutables, el conocimiento profundo de cada
una de las actividades del enemigo, de sus contradicciones y talones
de Aquiles.
Entonces
sí, se lo podrá enfrentar con posibilidades de barrer con sus
contumacias, sus hipocresías, sus vanidosas posturas de
superioridades que no pueden sostener más que con mentiras. Mentiras
que, lo sabemos demasiado, por repetidas hasta el hartazgo se
convierten en atractivas “verdades”, convenientes bases para
destruir nuestros razonamientos más honestos y ganar la confianza de
los destinatarios de sus tropelías económicas, financieras y
sociales.
Los
escenarios más evidentes de estas situaciones se dan en los
programas televisivos donde invitan a un representante de cada
“bando” ideológico, a quienes se agregan algunos conspicuos
trasvestidos miembros de izquierdas derechosas, empresarios de dudas
y quejas permanentes y gremialistas atacados por el viejo virus de la
conveniencia individual.
El
Poder tiene su discurso, elaborado por esos reductos de
pseudo-intelectualidad que denominan, con esa manía sajonizante que
predomina en sus mentalidades colonizadas, “focus group”. Ahí
estudian las subjetividades de sus “presas” mediáticas, a
quienes atacan con ferocidad calma y palabras re-pensadas, de manera
de provocar la ira de su interlocutor fundamental, que no será otro
que quien exprese la ideología que les molesta para ejercer la
destrucción de la Nación a gusto y placer de la oligarquía y sus
aliados clasemedieros.
Allí
es cuando. Ese es el momento donde debe estallar la inteligencia,
explotar las convicciones sostenidas por el conocimiento indubitable,
aparecer los temidos datos escritos por los mismos enemigos, ejercer
la presión de la seguridad establecida por los números, desatar el
balbuceo desprovisto de razones ante las evidencias del blanco sobre
negro, sin entregarse al fácil acaloramiento de la provocación
enemiga.
Sin
piedad intelectual, se deberá hundir el cuchillo de la verdad
transparentada, de la moral impresa en los papeles, haciendo que las
sucias mentes de estos “emprendedores” politiqueros de mugrosas
historias, enmudezcan ante la luz de tantas verdades respaldadas en
el muro infranqueable de los ideales populares.
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