Imagen de "Cabecitas" |
El
Via Crucis es, como todos saben, ese largo y doloroso recorrido de
Jesús hacia su crucifixión. Allí se manifiesta, con la brutalidad
propia de quienes poseen el poder ilimitado, el desprecio hacia
quien, por entonces, se manifestaba diferente, distinto por sus
pensamientos y sus acciones, creador de nuevas ideas sobre el
significado final de la palabra Justicia y líder de una parte de su
pueblo sometido al sojuzgamiento feroz de los poderosos de aquellos
tiempos.
Ese
camino se ha venido repitiendo a lo largo de la historia, con
millones de cargadores de cruces, arrastrando el peso de la miseria a
la que se los somete para regocijo de uno pocos ganadores de
felicidades espúreas. Es el recorrido habitual, preparado de
antemano por los dueños de todo, para doblegar las voluntades de sus
dominados, asegurando la repetición infinita de los padecimientos y
dolores con la sucia disculpa de la impiadosa mentira de futuros
venturosos que nunca llegan
Tal
como hace más de 2000 años, no todos recorren ese trayecto del
dolor. Muchos han preferido escuchar los cantos de sirena del Poder,
creyéndose apañados por él, exagerando sus odios hacia aquellos
que cargan las cruces de sus pobrezas y abandonos, convirtiéndose en
el eco imprescindible de las falsedades repetidas como método de
cooptación de sus voluntades ignorantes.
Son
las voces de idiotas de creídas superioridades, inútiles sometidos
al placer perverso de sus jefes ideológicos. Repiten cada palabra
que se les enseña desde los púlpitos mediáticos, adorando al
fantasioso dios de la falsía, ridículos aspirantes a una clase
“superior”, aprendices de patronazgos a los que nunca llegarán,
golpeadores de cacerolas vacías de razón y sentimientos, violadores
sistemáticos de los derechos ajenos y procaces voceros de los dueños
de sus almas.
Se
sientan al costado del camino de los que cargan las cruces, gozan con
sus dolores y fantasean con sentarse al lado del Poncio Pilatos
actual, remedo despiadado de un sistema que asegura la repetición
infame de los sacrificios que nunca debieron ser. Mucho más feroz
que aquel de los tiempos de Jesus, atraviesa las vidas de quienes
somete con puñales de mentiras, para desangrar y arrodillar a un
Pueblo que busca desesperadamente un desvio de la dura caminata hacia
la nada.
Tal
vez la esperanza esté en la resurrección. No ya solo en la del
crucificado del Calvario, sino del camino hacia la unidad de todos
quienes sufren el castigo del Poder, los cargadores de cruces
impuestas, los imprescindibles constructores de un Mundo nuevo, los
eternos buscadores del fundamento de la felicidad popular: la
justicia social.
No hay comentarios:
Publicar un comentario