viernes, 30 de marzo de 2018

RESURRECCIÓN DE LA UNIDAD

Imagen de "Cabecitas"
Por Roberto Marra

El Via Crucis es, como todos saben, ese largo y doloroso recorrido de Jesús hacia su crucifixión. Allí se manifiesta, con la brutalidad propia de quienes poseen el poder ilimitado, el desprecio hacia quien, por entonces, se manifestaba diferente, distinto por sus pensamientos y sus acciones, creador de nuevas ideas sobre el significado final de la palabra Justicia y líder de una parte de su pueblo sometido al sojuzgamiento feroz de los poderosos de aquellos tiempos.
Ese camino se ha venido repitiendo a lo largo de la historia, con millones de cargadores de cruces, arrastrando el peso de la miseria a la que se los somete para regocijo de uno pocos ganadores de felicidades espúreas. Es el recorrido habitual, preparado de antemano por los dueños de todo, para doblegar las voluntades de sus dominados, asegurando la repetición infinita de los padecimientos y dolores con la sucia disculpa de la impiadosa mentira de futuros venturosos que nunca llegan
Tal como hace más de 2000 años, no todos recorren ese trayecto del dolor. Muchos han preferido escuchar los cantos de sirena del Poder, creyéndose apañados por él, exagerando sus odios hacia aquellos que cargan las cruces de sus pobrezas y abandonos, convirtiéndose en el eco imprescindible de las falsedades repetidas como método de cooptación de sus voluntades ignorantes.
Son las voces de idiotas de creídas superioridades, inútiles sometidos al placer perverso de sus jefes ideológicos. Repiten cada palabra que se les enseña desde los púlpitos mediáticos, adorando al fantasioso dios de la falsía, ridículos aspirantes a una clase “superior”, aprendices de patronazgos a los que nunca llegarán, golpeadores de cacerolas vacías de razón y sentimientos, violadores sistemáticos de los derechos ajenos y procaces voceros de los dueños de sus almas.
Se sientan al costado del camino de los que cargan las cruces, gozan con sus dolores y fantasean con sentarse al lado del Poncio Pilatos actual, remedo despiadado de un sistema que asegura la repetición infame de los sacrificios que nunca debieron ser. Mucho más feroz que aquel de los tiempos de Jesus, atraviesa las vidas de quienes somete con puñales de mentiras, para desangrar y arrodillar a un Pueblo que busca desesperadamente un desvio de la dura caminata hacia la nada.
Tal vez la esperanza esté en la resurrección. No ya solo en la del crucificado del Calvario, sino del camino hacia la unidad de todos quienes sufren el castigo del Poder, los cargadores de cruces impuestas, los imprescindibles constructores de un Mundo nuevo, los eternos buscadores del fundamento de la felicidad popular: la justicia social.

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