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Uno
de los primeros y más famosos temas de los Beatles fue “Boleto
para pasear”, traducción del original en ingles “Ticket to
ride”. En realidad, este título podría significar otras cosas, de
acuerdo a esa característica del idioma de Shakespeare, de tener
varias acepciones para una misma palabra. En este caso, “to ride”,
a estar por los diccionarios de traducción al español, podría
interpretarse como: viajar, montar, cabalgar, surcar o... tiranizar.
Y ya
que de boleto estamos hablando, justamente en momentos en que se
registra el enésimo aumento de su valor por aparte de la
administración municipal de Rosario, podemos aprovechar los varios
sentidos de aquella expresión angloparlante, para tratar de
explicarnos esa seguidilla de incrementos del más popular de los
medios de transporte.
Una
en particular, tiranizar, resulta en especial aplicable a la actitud
del ejecutivo municipal respecto al sometimiento de la población a
las decisiones que afectan directamente la economía individual y
familiar de los que menos tienen. Los aumentos de boletos son
opresivos hacia los ciudadanos, derivan de actitudes prepotentes de
los funcionarios que han sido elegidos en base a propuestas de
mejores destinos para los habitantes de la ciudad, que terminan
soportando decisiones arbitrarias, basadas antes en las ineptitudes
de quienes las toman, que en las razones que balbucean para
explicarlas.
Chocolate
por la noticia, nos avisan que la causa principal es la inflación
imparable que el (des)gobierno nacional ha desatado con sus recetas
fondomonetaristas aplicadas con perversa unción. Sin embargo, salvo
algunos quejosos momentos de discursos acalorados, no se ven
planteamientos duros frente a tal situación derivada de las
políticas nacionales. El Pueblo rosarino sigue siendo el convidado
de piedra a este festín de pocos, donde las ideas no aparecen y las
reacciones, son tan tímidas, que no se notan.
Esto
se hace palpable en los dichos de la secretaria de Movilidad y
Transporte municipal, Mónica Alvarado, cuando se preguntó,
retóricamente: “Si los costos no son absorbidos por los usuarios,
¿por quién?”. Esta mercantilista forma de ver
la realidad social, demuestra la incapacidad de cambios reales que
puedan esperarse de estos improvisados, que no ven más allá de sus
intereses de permanencia, ignorando en absoluto las afectaciones que
se derivan de sus inoperancias.
Ahí
es cuando hay que preguntarse qué es el sistema de transporte y para
que sirve, cuestión nunca tenida en cuenta por los funcionarios de
rápidas lapiceras para firmar aumentos y poco proclives (y poco
capaces) a pensar la Ciudad como estadistas.
El
sistema de transporte no es solo un servicio; es uno de los
fundamentales factores de desarrollo económico y social. Este
concepto se potencia en las grandes urbes como Rosario, puesto que la
interrelación de todos los Ciudadanos y sus Instituciones
burocráticas, económicas y sociales necesitan básicamente de la
comunicación que el transporte público brinda.
La
rentabilidad del transporte urbano no debe buscarse en la ganancia
especulativa del empresario concesionario, sino en la posibilidad de
brindar el medio de comunicación que mantenga en movimiento el
aparato productivo y social de la Ciudad. Este fin fundamental debe
ser resguardado y asegurado por el Estado Municipal, privilegiando
sin excusas a las necesidades de los Ciudadanos por sobre el
“negocio”.
¿Qué
pasa con los verdaderos beneficiarios del sistema? ¿De qué vivirían
los empresarios comerciantes, industriales y de servicios si no
existiera el transporte público? ¿No es acaso una función
elemental para sus existencias, que trabajadores y clientes puedan
llegar a sus establecimientos? ¿Qué aportan, de verdad, los más
grandes y poderosos “dueños” de la economía local al
sostenimiento de este medio urbano imprescindible? ¿No debiera ser
la función social la preeminente en la toma de decisiones de quienes
administran la cosa pública?
Otra
careta más que se les cae a los pretendidos “socialistas”,
transformados en temerosos representantes de las élites económicas,
abandonando a sus suertes a quienes les votaron para mejorar sus
vidas. Antes que eso, prefieren la genuflexión degradante ante el
Poder, miserable forma de demostrar sus insolvencias morales,
mientras los demás buscamos la traducción más apropiada a nuestra
realidad para aquel viejo tema de los grandes de Liverpool. Aunque ya
descubrimos que el boleto, “para pasear”, seguro que no es.
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