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La historia de los paros docentes está signada por la
negación de ese derecho a estos trabajadores, en nombre de lo que supuestamente
debiera ser el apego a una vocación casi religiosa, donde lo material no
importara. Supuestos mártires del saber, solo debieran dedicarse a transmitir
conocimientos, dejando siempre postergadas sus necesidades de seres humanos.
Basados en historias fantasiosas y empalagosas de maestros idealizados
a través de relatos sarmientinos, los gobernantes actuales perpetúan ese legado
dogmático, negando la necesidad de recomposiciones salariales acordes a la
carrera inflacionaria que ellos desataron.
Con el descaro acostumbrado, hablan de la importancia de la
educación, del sacrificio imprescindible para lograrla, mientras desactivan los
programas educativos que permitían la inclusión de los postergados de siempre
en el sistema, mientras reducen los presupuestos para construcción y
mantenimiento de las escuelas, mientras elaboran perversos programas donde sobrevuela
la privatización de la enseñanza.
Otra vez, como siempre, lloverán los sermones periodísticos
de poca monta, destinados a convencer a las mayorías, de lo injusto de los
reclamos docentes. De nuevo entrevistarán a ofendidos “padres de familia”, que
manifestarán sus desaprobaciones por la pérdida de días de clase para sus hijos.
Renovarán sus conocidas preguntas a los representantes sindicales, sobre la posibilidad
de recuperar los días de clase “desperdiciados”.
Al igual que lo sostenido en la conocida ley de Lavoissier, en
los paros docentes también puede decirse que “nada se pierde, todo se transforma”.
No se desperdician días de clases, se convierten en enseñanza de los derechos
más elementales. Se concientiza a la sociedad, a través de sus nuevas
generaciones, sobre el valor de la lucha por los sueños de vidas mejores. Se expresa
con claridad la dignidad que solo otorga la justicia social.
Nada de esto le importa al Poder. Sus metas mezquinas, lo
sabemos, deberán ser cumplidas a costa de eternos sacrificios ajenos. Para
lograrlo, utilizarán toda su artillería coercitiva mediática. Y cuando no les
alcance, llegarán las amenazas presidenciales. Al fin y al cabo, la educación nunca
será su objetivo, porque la libertad solo es, para ellos, una palabra vacía de
significado dentro de sus cínicos discursos.
Bueno, quizás no haya que criticar tanto a la actual - maravillosa - revolución de la porquería; es casi seguro que por una mirada apenas superficial seguimos repitiendo que buscan "desarrollar la escuela privada"... gran mentira gran, si nuestros héroes amarillos, con la sequía producida en los ingresos clasemedieros está arruinando el negocio, y despoblando tanto colegio pituco... ¿podemos pensar que construyen un negociete espantando la clientela? - Bueno, sí, son tan perfectamente (IN)capaces, que asombra.
ResponderEliminarY lo mejor, al malón de blancas palomitas que se derivará a la escuela pública, que los atiendan los docentes en sus ratos libres de huelgas, paros, marchas y reclamos... si le sumamos los días descontados, todo será una divinura.... éso sí, que nadie se atreva a insinuar que el virrey no aumenta el Producto Bruto del país, si es su mayor éxito.