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Sabido es que en los casinos, los únicos que realmente ganan
son sus dueños. A pesar de saberlo, los jugadores se amontonan frente a las
ruletas y gastan fortunas diarias en las máquinas tragamonedas, esperanzados en
“salvarse”. Son una más de las tantas formas de dominación que el sistema
capitalista dispone para mantener a la población atada a esperanzas vanas,
individualistas y falsas.
Pero hay otro tipo de “casino”, en el que los poderosos del Mundo
son los que juegan, pero con cartas marcadas, seguros de ganar porque son los
productores del juego… y de los premios. Es el negocio de la guerra, uno de los
más fructíferos, donde los vendedores de armas recaudan hasta el hartazgo por
ventas de materiales bélicos, introduciendo necesidades inexistentes en los países
menos desarrollados, aprovechando las debilidades o complicidades de sus
gobiernos.
Conocedores de que las personas suelen tener la “mala
costumbre” de querer alimentarse, trabajar, educarse y estar sanas, lo que
genera luchas internas en todos los países del Mundo, el imperio se cura en
salud, proveyendo de los elementos bélicos para neutralizar esas demandas con…
balas. Y negando la realidad social creada por ellos mismos, los gobiernos
afines a esos intereses dominantes, apuestan
a esa ruleta de la guerra las fortunas negadas al desarrollo virtuoso de
sus pueblos.
Además de apostar a las armas, lo hacen también por el
olvido. La negación del pasado, o su distorsión, forma parte del juego perverso
de la dominación, para lo cual disponen de los medios de comunicación que también
“bombardean” las mentalidades dependientes de las pantallas mendaces. Es otra
guerra, la cultural, la que perdura más en las conciencias y anula la capacidad
de rebelión frente a las injusticias evidentes.
Centenares de miles de muertos y millones de desplazados emigrando
hacia destinos imposibles, son el repugnante resultado de los conflictos que el
imperio sigue alimentando en el Mundo. Sus armas son las fichas de esa ruleta bélica,
donde la miseria humana es llevada al extremo de masacrar personas como en un
juego electrónico. Mientras el dinero, ese dios pagano adorado por todos, solo se
acumula en los altares de los dueños del casino mundial, los siniestros fabricantes
de las guerras.
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