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La mujer fue presentada siempre como débil y casi minusválida,
por los sostenedores de sociedades estancadas en un pasado que ni siquiera
conocen. O sí, pero ocultan para sus creídas conveniencias. La historia lo
confirma, con ejemplos que vale la pena repasar siempre.
Mujeres valientes, luchando en campos de batalla a la par de los hombres, como Manuela Sáenz, o Juana Azurduy, o Manuela Godoy, o Manuela Cañizares, y tantas otras, han pasado casi anónimas gracias al esfuerzo por ocultarlas de parte de la historiografía oficial.
Mucho más acá, en los intentos por la continuidad de esas
liberaciones inconclusas y de sus propias emancipaciones, aparecen Juana Manso,
Cecilia Grierson, Julieta Lanteri, Alicia Moreau, con intentos de redimir las
postergaciones y los sometimientos femeninos.
Una de ellas se erigirá en vanguardia de la lucha por otros
derechos, los que incluían a las mujeres y los hombres por igual, los que convertirían
a los trabajadores a la dignidad de seres humanos que les eran negados por el
Poder. Evita sería quien asumiría esa disputa, que marcó para siempre a la
Argentina y que le dio sustento a las que continuaron su camino en todo el
Mundo.
Cuando la bestialidad y el espanto se adueñaron de nuestras
vidas, allí estuvieron ellas, casi únicas, jugándose por sus hijos y por la
historia, desarmando ante el Planeta la maquinaria feroz de la muerte que vino
a terminar con la justicia y el futuro. Madres y Abuelas del coraje infinito,
tomando las calles para abrir nuestras conciencias y apabullar a los mediocres
y perversos.
Dejando de lado la miseria de los inútiles y el odio de los
enceguecidos por las pantallas de la infamia permanente, es imposible no ver a Cristina Fernández como parte de esa vieja
lucha por la igualdad entre los géneros, con reconocimientos de derechos
postergados desde siempre.
Guerrilleras por la independencia, generalas eternas de luchas
libertarias, madres empeñadas por hijos invisibilizados, trabajadoras
incansables del alimento diario, víctimas de la violencia miserable, cimientos
imprescindibles de todos los tiempos históricos, abanderadas de la justicia y compañía
insoslayable en el camino a la liberación, la mujer fue asumiendo el lugar que
por lógica humana (y numérica) le corresponde.
Mientras tanto, la resistencia conservadora y machista, consume
sus últimos esfuerzos por impedir la equidad que, inexorablemente, habrá de
llegar, cuando la Justicia Social deje de ser sólo una consigna. Y la libertad,
solo una palabra utilizada falazmente por los estafadores y misóginos dueños
del Poder.
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