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Yuppie es un término, más de tipo peyorativo, de uso
extendido hace unos años, que habla de
esos jóvenes que se autodefinen como exitosos y ricos. Siempre con la
última tecnología en sus manos, basan su supuesta supremacía intelectual en la
negación de las de los demás, con una actitud de soberbia que no se corresponde
con sus reales capacidades intelectuales. En los años ’90 tuvo su auge en las esferas
de la especulación financiera, tan relevante en la estructura económica neoliberal.
Pero hoy día, en nuestro País, podemos observar cómo se han
reproducido estos “personajitos”, con iguales o similares características a
aquellos, en el ámbito de los medios de comunicación. La televisión nos depara
el triste privilegio de soportar a muchos de estos engreídos, conduciendo
programas supuestamente periodísticos, donde la denostación de los otros es la actitud
permanente, donde la negación de la réplica es lo habitual, donde prevalecen
los insultos velados o directos a sus interlocutores o a terceros mencionados
en sus falsas investigaciones.
No contentos con pretender superioridades que nunca podrán
demostrar, se empeñan en generar polémicas basadas en estigmatizaciones
degradantes de las condiciones humanas de quienes son sus atacados de turno,
tratando siempre de producir efectistas disputas al aire, donde jamás permiten
que nadie, que no sean ellos mismos, pueda terminar una frase y, menos aún,
aceptarles una opinión como positiva.
Lejos de ello, suben sus apuestas por el escándalo,
reproduciendo sus agresiones con saña feroz, con la complacencia de sus compinches
adjuntos, pomposamente llamados “panelistas”, que con menos inteligencia que
cucarachas, se lanzan con fervor militante a lapidar al rival ideológico que
fue invitado a esa mala imitación de un fingido reportaje.
Lógicamente, nada de esto sería posible sin la anuencia y la
complacencia de los televidentes, cooptados por la maquinaria comunicacional,
al límite de no ver lo que está a la vista. Como coloridos espejos opacos, las
pantallas obnubilan las mentes de millones de enceguecidos necesitados de objetos
de odio, que les permitan consolar sus penurias reales o imaginarias.
En tanto, del otro lado, los “posmodernos” yuppies
comunicacionales continuarán alimentando sus propias miserias morales (y
engrosando sus bolsillos), a costa del agravio y la humillación de los honestos.
El parecer que se gana, el juego socarron de los dueños de la pelota, los dueños de la verdad servil.
ResponderEliminarMarketineros politicos encubiertos con el difraz de: imparciales periodistas , buscadores de la verdad, heroes de historietas, justicieros.
TODO UN RIDICULO MEDIATICO ESTRAFALARIO.
Verdades a medias ataques parciales , la viga en el ojo de los conductores del programa, el dedo queriendo tapar el sol, y a veces lo contrario encandilando con el sol para que no vean la mano del amo haciendose de dineros.
GRANDE RAUL RIZZO DECIRLES, ESTO ES UN DESASTRE SON UNOS ACCIONISTAS DEL HAMBRE, MALDITOS CURREROS Y NO ME CONFUNDAN CON PALABRERIOS.
ResponderEliminarIRRESPETUOSOS DE TODO UN PUEBLO.