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El Pampero
es un viento emblemático para los argentinos. Los habitantes de la región
central de nuestro País lo conocen muy bien. Es el soplo que trae la frescura
austral, que quita la humedad y despeja las nubes. Su paso libera y alivia,
dejando una huella de pureza en el corazón del territorio nacional.
Hoy, cuando
las expectativas de retrocesos para las mayorías populares están galopando
hacia el mismo precipicio fatal de miserias que conocimos tantas veces, más que
nunca, se necesita el soplo de un Pampero reconstituyente de los derechos
violentados por el agobiante “mejor equipo” de gerentes de los poderosos.
En un Mundo donde
avanzan otros peligrosos vientos de violencia y dolor, que arrastran a pueblos
enteros al abandono y la muerte, con
pobrezas y riquezas que repugnan, donde lo moral perdió su valor frente a las
cuentas bancarias; ahí, en ese Mundo, intentan “insertarnos” los Ceos del
Poder.
Colgados del
globo financiero especulativo, dejan a todo una Nación al arbitrio de un
destino solo manejado por los imperiales propietarios del Planeta. De ese mismo
globo intentan sostenerse sus compinches legislativos, a quienes trajeron
vientos populares y ahora andan en busca de refugio bajo las alas del
gobernante de turno.
Más que
nunca se precisa la frescura de un aire renovador en la política y la economía,
que deje de lado las falsedades esgrimidas como verdades absolutas, los
revanchismos vendidos como republicanismo, los odios de clase aprovechados para
profundizar la famosa “grieta”, creada por los mismos fundadores de esta
Argentina para ricos.
El agobio de
las desgracias neoliberales genera la imperiosa necesidad de un soplo de
espíritu rebelde que, como el indomable
Pampero, despeje los oscuros nubarrones de injusticias y miserias. Será
cuestión de todo el Pueblo soplar tan fuerte y al unísono, con tanta energía
como esa añeja corriente de aire sureña, para abrirse camino hacia una
liberación que no pueda dar marcha atrás. Nunca más.
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