viernes, 11 de noviembre de 2016

PADECER PARA ENTENDER

Imagen Sintonía Educar
Por Roberto Marra

Mientras el presidente argentino se colocaba unos raros anteojos para manejar un dron, en una de esas inverosímiles presentaciones de obras viejas a las que nos tiene acostumbrados; y mientras después de eso realizaba algunas declaraciones tratando de tragar, como aceite de ricino, su falla de apreciación sobre el ganador de las elecciones en EEUU; la inflación retomaba, sin poder ocultarse en las fantasías de Prat Gay o Sturzenegger, su ritmo galopante hacia cifras que, hace un año, hubieran sido base suficiente para decenas de tapas catastróficas de los pasquines que sostienen este perverso modelo económico.
Lejos de admitir cualquier error, continúan profundizando al destino decadente al que se conduce al País, insistiendo con medidas que sus propios amos imperiales ya no pueden sostener. El famoso libre-mercado, ese falso ideal aceptado ciegamente por las élites nacionales que fueron las históricas promotoras de la miseria y el subdesarrollo, solo pueden defenderlo quienes tienen como objetivo asegurar los beneficios para los dueños del Mundo.
A ellos sirven con entusiasmo los actuales ocupantes de la Casa Rosada, desligados de cualquier intención de generar bienestar a las mayorías populares, para quienes siempre se destinan los padecimientos y la espera de un derrame que, sabemos por mil experiencias, nunca llegará.
Será como dijo alguna vez Manuel Belgrano, que “Los hombres no entran en razón mientras no padecen”; porque la reacción ante tanto futuro desgraciado a la vista, todavía no ha logrado movilizar lo suficiente a una sociedad sumida en la anomia, atravesada por relatos mediáticos de corrupciones, menos que incomprobables, de enemigos inventados por los mismos que les originan las pobrezas.
La mentira nos está ganando por goleada. Y apabullados por derrotas provocadas por el abandono de objetivos colectivos y  la exaltación del individualismo, el destino de privaciones parece asumido como irremediable. Si así resultase, nuestra Nación terminará en la humillante condición de pordiosera del Mundo, suplicando limosnas  a sus verdugos.
Belgrano tiene la réplica a tanta apatía, cuando dice: “Me hierve la sangre, al observar tanto obstáculo, tantas dificultades, que se vencerían rápidamente si hubiera un poco de interés por la Patria”.

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