sábado, 26 de noviembre de 2016

EL HOMBRE IMPRESCINDIBLE

Por Roberto Marra

Recordamos cuando, siendo muy chicos, nuestros familiares trataban de encontrar Radio Habana o Radio Rebelde, que buscaban denodadamente en un viejo receptor de onda corta. Fue desde allí que ya nos cautivó su voz. Vibraba de un modo muy especial y, aún sin percibir en su cabal dimensión todo lo que estaba diciendo, asumíamos que era trascendente. Era el comienzo, apenas, de una Revolución que no dejaríamos de admirar ya nunca más.
En pocos años más, la búsqueda en la radio ya la hacíamos por nuestra cuenta, para escucharlo en sus casi interminables discursos, pero que jamás podían aburrir, por su coloquial forma de hablar. Comenzamos a comprender sus mensajes y fue más fuerte, entonces, esa etérea relación. No había nadie más capaz, para unir la pasión con el análisis, la decisión con la cautela, la orientación con la destreza.
Sus palabras transmitían sus sueños, ánimos e ilusiones, que automáticamente se convertían en nuestros. Impulsaban nuestras adolescentes ansias de entonces, por hacer saltar por los aires al putrefacto mundo de miseria y dolor que nos rodeaba. Él era capaz de resumir con expresiones sencillas pero profundas, doctrinas que apenas comenzábamos a entender, pero que intuíamos imprescindibles.
Crecimos con él, y su resistencia la hicimos nuestra. En medio de nuestras bestiales dictaduras, tuvimos también la certeza de sus mensajes, para avanzar en una lucha en la que él nos lideraba sin saberlo. Pasamos por la Universidad junto a él, asumiendo la defensa de una revolución que él comandaba, pero que ya era de todo el Mundo.
Nos peleábamos con tantos imbéciles y cobardes que nunca entendían la dimensión de su figura y sus actos, encerrados en la maraña de tanta mentira mediática imperial. Sufrimos junto a él y su Pueblo, un bloqueo que cercaba también nuestros sueños justos de verdadera libertad.
Alegrábamos nuestras vidas con cada triunfo, con cada avance, con cada logro de la “islita” que mantenía viva la esperanza de un Mundo mejor. Comprendimos mejor, por él, el significado de la solidaridad. La efectiva, la auténtica, esa que otra líder, más cercana, definiría con certeza paradigmática como “la Patria es el otro”. Y que otro gran argentino sin tiempo, había plasmado antes con la entrega de su vida por ese sentimiento pensado.
La claridad de sus reflexiones de los últimos tiempos, nos protegía de los extravíos ideológicos y sus traicioneros promotores. Hacía posible entender la ineludible necesidad de continuar intentando cambiar el Planeta, para salvarlo.
La inmensidad de su vida y su obra desconcierta a los incrédulos y los extraviados, pero no a su Pueblo. No a nosotros, sus eternos y gratificados admiradores. No a las generaciones por venir, que encontrarán en su camino, el propio.
Tal vez, un día, buscando entre los ruidos de las emisoras de una vieja radio, aparezca nuevamente su inmensa, poderosa y cautivante voz, venida desde los tiempos en el que ese solo hombre fue capaz de hacerle un tajo profundo a la historia humana y convertirla en esperanza.
Será posible entonces, en ese instante prodigioso, recuperar el aliento perdido con su partida, y reverdecer los íntimos impulsos revolucionarios que sólo Fidel supo incrustar en nuestras almas.

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