Imagen El Litoral |
Hace muchos
años, cuando se decía “hay que blanquear”, se sabía que era la práctica manera
de expresar la necesidad de pintar las paredes con cal, para higienizar las
modestas viviendas. Era una tarea que se hacía en familia, preparando con
anticipación en un gran tambor de lata, el apagado de la cal viva, única
pintura que se conocía entre los pobres.
Pero los
tiempos cambiaron, y la expresión tiene, hoy en día, un significado
absolutamente distinto. No se trata de sanear, sino de ocultar. No es sobre humildes
casas que se efectúan estas acciones. No son sencillas familias de trabajadores
que se reúnen para concretarlo.
Se trata, en
realidad, de sucias maniobras financieras, que tiene por objetivo elevar
todavía más el nivel de saqueo de los poderosos millonarios sobre la población
empobrecida. Se trata de esconder, tras las mentiras bancarizadas, las
verdaderas ganancias que logran con sus artimañas protegidas por abogados
inescrupulosos y, lo que es peor, por leyes que los mismos “blanqueadores”
promueven.
Las manipulaciones
y pases de dinero a las guaridas fiscales por parte de estos “patriotas”, lo hacen
con la complicidad de muchos “levantamanos”
que siempre terminan por ocupar bancas en el Congreso, con la función
específica encargada por quienes impulsaron sus candidaturas y solventaron sus
falsas campañas. Empeñados en proteger a sus mandantes financieros, olvidan muy
pronto sus discursos de barricadas de papel, para abocarse a proteger las
fortunas de los que nunca extinguen sus pretensiones de poder absoluto.
Es el mismo
Congreso que alarga los tratamientos de leyes que pudieran apaciguar la
pauperización de tantos compatriotas, con discusiones vanas y carentes de
sentido real, solo interesados en demostrar la inexistencia del escenario que
los rodea. Y el Poder Ejecutivo, que más parece una Junta Directiva de alguna
sociedad anónima, por la cantidad de gerentes que lo conforma, está siempre atento
a vetar cualquier atisbo de auxilio a los indefensos ciudadanos, en caso que
sus tentadoras extorsiones no prosperen.
Tensan una
cuerda de la que desconocen su capacidad de aguante. Porque los pueblos
pacientes soportan, pero no resignan sus derechos. Y los latrocinios tiene
límites, que solo fijan los estafados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario