Profundizar el Modelo supone la identificación inmediata de la fibra esencial de esta construcción política: la inclusión de los olvidados, de las voces postergadas, de aquellos para quienes antes no había lugar.
Al recorrer la historia política argentina podemos identificar muy claramente aquellos momentos en los que, de pronto, el aire se enrarece y late la inminencia de un cambio trascendental: cuando algo terrible está a punto de desatarse, pero también cuando nos espera algo extraordinario. Seguramente el clima estaba raro el 23 de marzo del ’76, o los primeros días de abril antes de Malvinas. Nosotros vivimos los días previos al 19 y 20 diciembre de 2001 y podíamos sentir que algo trágico iba a pasar. Pero también con seguridad el clima estaba raro, distinto, el 16 de octubre de 1945, porque íbamos a presenciar una gesta popular como nunca había visto nuestro país, o el 10 de marzo del ’73, antes de que ganara Cámpora.
Hoy estamos en uno de esos momentos, percibimos esa extrañeza, mezcla rara de orgullo y responsabilidad que nos pone en el umbral de un nacimiento pleno de esperanzas: algo nuevo se está formando en nuestra patria. Llevamos más de ocho años de un proyecto que definitivamente ha remplazado impunidad por justicia, desamparo por protección. Por ello, es evidente que la inclusión de los jóvenes en esta época/épica política concreta es la de la participación por adhesión, la movilización por comunidad de ideas y valores. Como se ha dicho tantas veces, no sin que sea cada vez más cierto: hoy somos protagonistas de la transformación.
Sin embargo, de nada vale hablar de la transformación sin definir su contenido, de modo tal que podamos también señalar nuestro rol en este camino; pensarnos como protagonistas amerita reflexionar sobre cuál deberá ser nuestra misión. Es necesario que dejemos por una vez los homenajes y hallemos nuestra propia voz, nuestra propia identidad. Claro que seguiremos siendo “soldados de”, que nadie se alarme, pero quizás debamos considerar que quien alguna vez nos dijo que “cambio es el nombre del futuro” ha dejado la vida en ello, y sólo seríamos seguidores torpes si no apeláramos a su ejemplo para encontrar “nuestras propias batallas”. Creo que no es posible imaginarlo satisfecho con menos que el inicio de un tiempo perpetuamente nuevo.
Aun más importante, como hombres y mujeres de acción, debemos pensar y discutir y por fin decir de qué modo encarnaremos las iniciativas del tiempo que se abre a partir de ahora, de este momento fértil de oportunidades para hacer mayores las convicciones por las que luchó Néstor, las políticas de inclusión por las que Cristina trabaja día a día, para así cambiar definitivamente la historia de nuestro país.
CADA GENERACIÓN DEBE DESCUBRIR SU MISIÓN, CUMPLIRLA O TRAICIONARLA. ¿Sabemos cuál es la misión de la Generación del Bicentenario? Quizás pueda anticiparse. Diremos, en punto seguido, que se trata de la bien sabida profundización del modelo. Sin embargo, creo que cuando se apela de forma cotidiana a una noción se pierde poco a poco su contenido. No podemos vivir de consignas, nuestro pueblo nos pide que seamos capaces de más.
Entonces sólo diremos “Profundizar el Modelo” si conocemos de antemano el contenido más detallado de la expresión: se trata, lisa y llanamente, del alumbramiento de una nueva Argentina, de un tiempo nuevo en el que nuestros referentes históricos no permanecen fijos como mitos inabordables, sino que sus legados se resignifican para proyectarse en provecho de los hombres y mujeres del futuro, de la patria extensa, del pueblo unido. No es más ni menos que peronismo en acción: romper con el estado de cosas imperante, avanzar sin pausa hacia un horizonte de más conquistas.
Profundizar el Modelo supone la identificación inmediata de la fibra esencial de esta construcción política: la inclusión de los olvidados, de las voces postergadas, de aquellos para quienes antes no había lugar. Así se explica la convocatoria incesante a los grupos clásicamente excluidos de los polos de decisión, las mujeres, los jóvenes, los trabajadores organizados. Cristina se sabe una presidenta con y para un objetivo claro: reparar, devolver, volver a hacer justicia. En este camino se proyectan las medidas más importantes del proyecto nacional, tales como la Asignación Universal por Hijo, la Ley de Medios, la ampliación jubilatoria y el matrimonio igualitario, entre otras. De aquí en más, tenemos punto de partida, no somos pocos y contamos con una batalla crucial ganada: la recuperación de la política como herramienta para el progreso colectivo, la recuperación del sentido de la comunidad organizada.
Sin embargo, no debemos ser cautos: la experiencia demuestra que los movimientos populares cambian como animales vivos o pronto perecen. La única forma en que la fibra esencial del modelo –el cambio hacia la inclusión– permanezca dinámica, con vida, con posibilidades de crecer y seguir conquistando corazones de argentinos y argentinas, es comenzar a pensar para pronto poner en marcha las políticas que definirán el futuro de este proyecto. Es momento de dejar de analizar qué es el mundo para fijar nuestra atención en qué está convirtiéndose el mundo; se trata de una operación extraña pero no imposible: debemos fotografiar el devenir para al mismo tiempo planear cómo y de qué modo lo construiremos.
En este horizonte, creemos que la oportunidad histórica de este nuevo tiempo está fijada en la construcción de un modelo de país que definitivamente lleve sus banderas a la realización cotidiana, en beneficio del pueblo extenso. Es que, luego de ocho años de proyectar y llevar adelante este modelo de acumulación productiva con inclusión social, sin dudas contamos con las herramientas necesarias para trabajar por la eliminación definitiva de los factores de desigualdad que persisten en nuestro país. A partir de este momento, con los pilares del proyecto ya firmes, la tarea será empeñarnos en que cada responsabilidad de gestión se dirija a la elaboración de políticas públicas que nos acerquen a la victoria definitiva.
Cada generación debe descubrir su misión.
Estamos convencidos de que, nutridos de la lucha de estos años, la realización de la justicia social será la obra concluida de la generación del Bicentenario. A ello nos convoca el trabajo cotidiano, la responsabilidad en la gestión, la militancia, de aquí y en adelante, en los años por venir.
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