Por Ángel Guerra Cabrera*
En los últimos días han ocurrido hechos muy importantes que me han
decidido a dedicar esta entrega no a uno de ellos sino a algunos de los
más destacados. Comenzaré por el bárbaro linchamiento y asesinato de
Muamar Gadafi una vez capturado en descarada violación de la Convención
de Ginebra, expuestos sus restos en un circo macabro que vulnera la ley
islámica, de la que se dicen portadores los ilustres mercenarios del
Consejo Nacional de Transición, y es una burla a la decencia elemental.
La intervención de la OTAN en Libia creó el modelo que puede
aplicarse ahora a cualquier nación incómoda para el imperio,
especialmente si como Venezuela posee las primeras reservas probadas y
probables de petróleo del mundo y enormes reservas de oro, un mineral
que se ha convertido en presa codiciada por los imperialistas. Puede
alegarse que en ese país, Cuba, Bolivia o Ecuador el gobierno reprime a
la población y hay que protegerla como en Libia. De Cuba, por ejemplo,
hace meses algunos en esa mafia intentan crear una matriz de opinión
sobre protestas reprimidas por el gobierno que sólo ocurren en su
enferma imaginación.
Horas después del asesinato de Gadafi, en Argentina se producía un
hecho totalmente distinto. Cristina Fernández de Kirchner conservó la
presidencia con asistencia a las urnas y votación arrolladora, en una de
las victorias más sonadas de los movimientos populares latinoamericanos
en los últimos tiempos. Dato elocuentísimo, el copioso sufragio juvenil
que recibió, subrayado por la festiva concentración de cientos de miles
de jóvenes, mujeres, trabajadores e indígenas que aclamaron su gestión
en la histórica Plaza de Mayo. Entre los méritos de Cristina y su
desaparecido compañero resalta el haber devuelto a los jóvenes la
confianza en la política, que los ha estimulado a su fervorosa y
consciente participación en el proyecto kirchnerista. Con el relámpago
del país austral se refuerza el rumbo de una mayoría de países
latinoamericanos hacia la independencia, la soberanía, la unidad y la
integración, que pronto se verá coronada en Caracas, con la fundación
de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, virtual
sepultura de la OEA. Mientras, al otro lado de los Andes, en Chile,
continúa firme y combativo el ejemplar movimiento de los estudiantes y
profesores chilenos por la educación pública, gratuita y de calidad,
devenido ya en movimiento popular que cuestiona de frente al
neoliberalismo.
Otro relámpago, este en el edificio de la ONU en Nueva York, la
clamorosa y unánime condena al inamovible bloqueo contra Cuba, sólo
objetada por Estados Unidos y su aliado sionista. Con 186 votos de 192
posibles, los Estados miembros, por encima de diferencias ideológicas y
políticas, censuraron este acto de guerra no sólo contra Cuba sino nada
menos que contra la libertad de comercio, de la que el imperio se jacta
de ser su apóstol. Para escarnio del gobierno de Obama, mientras finge
la prometida flexibilización del acto punitivo, como le recordaron
varios embajadores latinoamericanos, resulta que se ha destacado más que
el de Bush -algo que se antojaba imposible de superar- en la
persecución de las operaciones financieras de Cuba en el mundo entero.
El bloqueo ha costado ya a la isla más de 975 mil millones de dólares,
la priva de préstamos de los organismos internacionales de crédito y
cada vez son más las empresas no estadunidenses que sanciona por
comerciar con Cuba y, por lo tanto, mayor el daño a la economía cubana.
Como dijo Fidel, no es sólo al bloqueo al que hay que poner fin sino al
sistema que lo genera.
*Publicado en Cubadebate.cu
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