martes, 16 de abril de 2019

LARRETA, EL LUCIFER

Por Roberto Marra
Aunque pueda parecer imposible, el actual gobierno tiene su recambio posible. Con sus pocos pelos y sus muchos dientes, con su mirada de ave rapaz al acecho, Rodríguez Larreta permanece todavía con suficiente imagen positiva favorable en su territorio exclusivo, la ciudad de Buenos Aires. Claro que se deben tener en cuenta los cuatro millones de pesos ¡diarios! gastados en publicidad, lo que le otorga un beneficioso colchón de “buenas ondas” entre el muy particular (y gorila) electorado porteño.
Sobrino-nieto de su homónimo, Horacio Rodríguez Larreta, quien fue uno de los que avaló, junto a los integrantes de la Corte Suprema en 1930, el primer golpe de Estado militar, contra Hipólito Yrigoyen. Paradojas de la vida y de la historia, su padre, un desarrollista muy cercano a quien fue su padrino de bautismo, el Frigerio original, fue secuestrado durante la última dictadura por Camps y Etchecolatz, pero su pertenencia social posibilitó su rápida liberación. Más increíble resulta que haya sido bautizado nada menos que por el Padre Carlos Mugica, quien no pudo adivinar que estaba en presencia de un futuro pichón de Lucifer.
Ya mayorcito, luego de la consabida excursión a Harvard que todos estos personajes hacen para darse lustre, supo hacerse lugar en la política, ocupando desde el vamos sillas otorgadas por “insignes” figuras como Menem, Cavallo, Palito Ortega o De la Rua. Empezó en el Ministerio de Economía, pasó al ANSES, luego a Desarrollo Social. Junto a Sergio Massa, otro jóven excursionista de oficinas gubernamentales, fueron jefes de la campaña de Duhalde en el '99.
Que perdiera su publicitado jefe, no significó pérdida alguna en su carrera ascendente. Pronto el “preparado cuarenta años para gobernar” De la Rua, lo contrató al frente del PAMI, adonde acarreó a su ya amiga María Eugenia “Heidi” Vidal. Desde allí logró junto a ella, como su máximo éxito, el suidicio del Dr. René Favaloro, al ser el propio Rodriguez Larreta y la misma Vidal quienes ignoraron los ruegos del famoso cirujano para salvar la Fundación que sufría la falta de pagos de la intervención del PAMI.
Salido de esa obra social, se asentó por un par de años en el gobierno de Carlos Ruckauf, demostrando que no le hacía asco a nada, para acompañar a De la Rua desde la DGI, hasta el “que se vayan todos” tronó en la Plaza de Mayo. A pesar de todo, se quedó, acompañando a Duhalde durante el 2002. Y desde ese año, junto a Macri y sus amigos, comenzó la etapa que lo catapultó al cargo que ahora ostenta.
Su gestión (no podría ser de otra manera) es un dechado de lugares comunes del conservadurismo y la exclusión social. Sin embargo, gracias a sus “coachs” y los millones destinados a las prebendas a punteros políticos y multimillonarias pautas mediáticas, ha logrado mantener la buena consideración del grueso de la gorilada porteña, siempre dispuesta al odio fácil a sus despreciados “cabecitas negras”.
Negocios inmobiliarios, negocios con infraestructuras, negocios con la basura, negocios con las empresas del presidente, esos han sido y son el nudo de su administración. Negocios politiqueros que reditúa billetes y continuidades en los cargos a muchos de sus amigos. Negocios que se manifiestan con renovaciones de calles y veredas del microcentro porteño, que parece estar siempre en obra, marketinera imagen para expresar una actividad permanente, al tiempo que le niega fondos a la construcción de escuelas y mantenimientos a los hospitales.
La frutilla del postre de su actitud genéticamente oligárquica, se ha puesto de manifiesto en la enésima remodelación de la famosa Avenida Corrientes, donde ha hecho colocar contenedores para los residuos que solo se pueden abrir con ¡una tarjeta! Empeñado en la limpieza (étnica y social), sus eficientes colaboradores han logrado alejar a los molestos hambrientos del paseo, ahora solo destinado a “gente como uno”.
Dicen la malas (o buenas) lenguas que todo la ha logrado gracias al coaching “astrológico y ontológico” (sic) de una especialista contratada por algo más de “míseros” cuatrocientos mil pesos mensuales. Puede ser. Pero todo indica que más lo ha obtenido por su persistente aporte monetario a “troche y moche”, método mafioso que suele desatar rencores y venganzas intestinas, pero de la que seguro emergerá sonriente este paquidermo pelado del siglo XXI, para regresar en otro puesto y continuar con su ímproba labor destructora de la sociedad.
Mientras tanto, uno puede imaginar al Padre Mugica en el Cielo, renegando de haber bautizado a este hijo de la Bestia, gritando todo el tiempo: “¡por mi culpa, por mi gran culpa...!”


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