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Imagen peru.com |
Por
Alfredo Serrano Mancilla*
Democracia, ¿cuál?. Paz, ¿frente a qué? Desarrollo, ¿para
quién? Son preguntas muy molestas para estos lugares comunes del orden
internacional establecido.
Después de décadas, y con mucho empeño, el capitalismo, y más
concretamente el neoliberalismo, adquirió también la propiedad privada
de los significantes de ese elenco de palabras. Ese monopolio sobre el
lenguaje constituyó una nueva forma de dominación, de colonialismo, de
–como diría Monedero- gobierno de las palabras. La definición ortodoxa y
dogmática de cada uno de estos términos, a su antojo, sigue permitiendo
conservar el injusto status quo. Han logrado que todas esas banderas
sean intocables, irrefutables, haciendo muy costoso que otros puedan
resignificarlas. Para esa minoría, mal llamada Comunidad internacional,
demandar democracia sólo es posible si -y solo sí- emana del paradigma
liberal en la que el voto es la única forma de participar. Sin embargo,
cuando se trata de democratizar las condiciones económicas, la
plutocracia lo rechaza.