viernes, 26 de abril de 2019

LA MILITANCIA POSTERGADA

Imagen de "elintransigente.com"
Por Roberto Marra
La militancia es un acto de generosidad. No podría ser de otra manera, cuando se trata de acciones que necesariamente son el resultados de razonamientos pasados por el corazón de las convicciones, de voluntad sostenida por ideas, de perseverancia basada en el convencimiento de una doctrina que alimenta las esperanzas de construir sociedades mejores.
Mucho se suele hablar de los militantes por parte de los dirigentes políticos, ensalzando sus virtudes solidarias, sus altruismos y desprendimientos. No faltan nunca en sus discursos, donde se los alecciona a continuar con sus abnegadas actitudes en busca del éxito del movimiento o partido al que adhieran. Pero, sin embargo, no se corresponden con la real importancia que poseen quienes bajan a tierra las propuestas elaboradas por los reducidos grupos de poder internos, muy interesados en mantener esa relación de “patrón-obrero” que se da en mucho casos.
La “participación”, ese término tan en boga y tan poco aplicado en los hechos, brilla por su ausencia en las elaboraciones de ideas y programas, dejándoles en el empobrecido papel de optar por lo que surja de esa dirigencia poco proclive a indagar entre sus seguidores las opiniones que enriquezcan sus proyectos.
Después viene la etapa donde se les pide el desprendimiento de sus propias visiones para apoyar lo dispuesto en la superestructura partidaria. La lealtad juega allí su papel, impulsando la aceptación del mandato dirigencial y posponiendo sus dudas sobre lo que deberá defender de allí en adelante. Pero la acumulación de frustraciones hace mella, en algún momento, sobre el sentido de pertenencia a la ideología que atrapó su conciencia al principio de su militancia, de las que se derivan alejamientos o abandonos.
No importaría tanto que sus puntos de vista terminaran imponiéndose. Solo que se reconociera el doble esfuerzo de estos hombres y mujeres que, además de pensar soluciones a lo que conocen demasiado como para saber qué, dónde y cómo aplicarlas, se juegan sus vidas en las calles por defender los mandatos surgidos de una dirigencia que no los escucha.
Pero el concepto de “masa” suele predominar entre los líderes, de los que se deriva el desconocimiento de las subjetividades de quienes la componen, de los altos valores que se podrían descubrir en ellos si sus egocentrismos se postergaran alguna vez. Muchas personas pasan sus vidas en una organización política sin que se los “registre” por parte de los conductores que, por paradójico que parezca, a veces llegan a sus cargos sin pasar por la imprescindible etapa del militante raso, asumiendo su protagonismo por impulso de conveniencias ajenas a la doctrina del movimiento en cuestión, como resultado de contubernios no demasiado claros o producto de imitaciones de las marketineras actitudes de los opositores ideológicos.
La participación y el protagonismo son necesariamente complementarios. Pero su esencia es la consideración real de la importancia de todos y cada uno de los militantes por parte de quienes asumen la conducción de una organización política. Debe existir un verdadero interés por hacer surgir de las filas de esos militantes a quienes manifiesten mayores capacidades, única forma de asegurar, no solo la renovación generacional, sino la lógica adaptación a los cambios sociales que se vayan dando en el tiempo.
El acomodo y la prebenda son moneda corriente en algunos sectores políticos. Los “pagos de favores” es otro de los métodos de llegada a los ámbitos dirigenciales de personajes de escaso nivel intelectual y/o moral, pero mucho respaldo de “favorecedores” interesados en tener copadas las estructuras partidarias, que les otorguen ventajas a la hora de obtener sus beneficios.
Sin embargo, contra el viento de los acomodos y la marea de las prebendas, los militantes persisten. Gana la voluntad por construir los sueños que aprendieron desde que adquirieron la razón para comprender las injusticias contra las que luchan. Triunfan cada dia cuando calman el hambre de un indigente, cuando alzan una bandera en una marcha, cuando juegan a los pintores en las paredes abandonadas, cuando producen ideas, cuando elaboran programas. Y cuando transmiten a otros las convicciones perdidas por una dirigencia que se alejó de la calle.

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