lunes, 8 de abril de 2019

RESIDUOS HUMANOS

Imagen de "LaVozDelMuro"
Por Roberto Marra
En la ciudad de Buenos Aires, un hombre que se había introducido en un contenedor de residuos para buscar, como todos los días, el sustento para su familia, fue arrojado, junto con la basura, al camión recolector, lo que le causó la amputación de un brazo y diversas fracturas. Esta es la más perfecta alegoría de la Argentina de hoy, donde la mayoría de sus habitantes son considerados solo como desperdicios de la sociedad, necesariamente descartables para el sistema imperante, brutalmente sometidos a la vejación del hambre y la exclusión, al tiempo que los causantes nos aseguran que “lo peor, ya pasó”.
Y es que allí reside la base del pensamiento oligárquico, en esa manifestación obscena de poder decidir quien puede o nó sobrevivir, quien es sujeto de derechos y quienes son los desechos de sus fechorías económicas. No hace falta ninguna elaboración teorica de sabiondos de café, ni estudios profundos de encuestadores contratados para demostrar lo contrario de lo que se ve. No es necesario esperar que nos digan donde están los perdedores, como sobreviven o como se los elimina, literalmente, de una sociedad que respira al ritmo de las vejaciones televisadas, mostradas como logros en el camino hacia un futuro que no existe.
Los hijos de aquel hombre desechado en la basura, pudieron observar todo el “proceso”. Ya aprendieron cuales serán sus destinos, por donde andarán sus pasos de niños pordioseros, donde acabarán sus días de miserias insoportables, de eternos mendigos del simple “placer” de comer todos los días. Son la continuidad de la estirpe de sometidos, la carne de cañón del inmundo método de acumulación de riquezas en las pocas manos de los asesinos de la verdad y la justicia social. Esa es la única “escuela” a la que podrán asistir cada día, donde aprender a bajar sus cabezas ante los amos de sus desgracias.
Pero la verdadera cuestión es encontrar la salida de esta infinita “tormenta” oligárquica, de este “tsunami” social alimentado a mentiras y zanahorias inalcanzables. El interrogante a dilucidar es cómo llegar a acabar con esta síntesis de todas las maldades en que se ha convertido nuestra sobrevivencia, cómo desplazar a estos genocidas y sus poderes “supremos” hacia el costado del camino de la construcción de una Patria nueva, cómo hacer que nunca regresen y desaparezcan sus oscuras teorías gorilescas.
Tarea para los hogares de los que aún estamos vivos y conservamos la capacidad de pensar con nuestras propias neuronas. Trabajo indispensable para las buenas personas que son mayoría y no alcanzan a comprenderlo todavía. Labor militante de los más esclarecidos, que deberán abandonar, por un rato, las mesas de debate teórico para alistarse al frente del ejército de los “nadies”, liderando la concepción de una nueva era de una Nación cansada de esperar un destino que es imprescindible salir a buscarlo con urgencia.
Deberán despejarse de la ruta hacia la nueva vida, a los cómplices que siempre juegan sus cartas a la banca. Aprender a descifrar sus disimulos y saber de sus falsas impostaciones populacheras, allanar la búsqueda de la síntesis del necesario liderazgo en quien represente, con algo más que palabras, los sentimientos y apremios populares, que comprenda y sufra sus dolores, que reduzca la distancia entre lo dicho y lo hecho, que acabe con la mendacidad del que solo mira su ombligo y proponga, simplemente, la supremacía de su pensamiento.
No hay mucho para buscar. Está allí, al alcance de las manos de los ninguneados, a la vista de los que quieren ver, sonando en los oídos de quienes saben escuchar. Se puede percibir el perfume de las palabras que alivian el trajín hacia el destino buscado. Solo es necesario mirar hacia atrás, hacia la historia reciente que dejamos pasar de largo y aplastamos con ridículas venganzas a quien nos señalaron como responsable de lo que no nunca sucedió.
Entonces, cuando renazca el espíritu libertario, cuando la Soberanía y la Independencia dejen de ser simples relatos de libros escolares de historias mal contadas, habrá de emerger la fuerza popular que arroje a la basura de la historia a los horrendos personeros de sus desvíos miserables, para conducirlos al entierro más profundo, al desecho más seguro o al noveno círculo del Dante, si ello fuera posible. Aunque más no sea, para reivindicar a aquel hombre que le cortaron un brazo, solo por intentar alimentar a su familia.

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