Por Roberto Marra
El intendente de Rosario está feliz. Ya tiene su autonomía. Ya está listo para emerger como el “factotum” de una nueva era. Ya siente el aliento de las masas autónomas alentándolo a apretar el acelerador de los cambios urbanos. Ya puede respirar tranquilo, gozoso de no depender de nadie para hacer el futuro de grandeza que soñaba. Y lanza su próximo paso, la Carta Orgánica que llevará su impronta firmada al pié.
Parece que todos los problemas ciudadanos se resolverán con esta declaración libertaria, obra magnífica de estos tiempos de saqueo material y espiritual por excelencia, inserto maravilloso de la vileza en la vida cotidiana, entronización desvergonzada del odio y el desprecio como metodología, maniqueísmo formalizado a través de un documento supuestamente emancipador, declaración de una independencia falsificada con palabreríos rimbombantes, definiciones tajantes de separaciones que no son y particiones que no terminan de engendrar nada nuevo, sino el ahondamiento de un statu quo clasista que no dejará de serlo por la presencia de un papelito firmado por quienes nunca miran a los ojos a sus gobernados.
Seguirán dominando los mismos dominadores, continuarán las pobrezas atravesando la urbe gentrificada, permanecerán las manifestaciones del poderío inmobiliario aplastando la historia construida, se incrementará la miseria escondida tras lo muros de la inequidad, se añadirán nuevas premisas para permanecer y ser considerado ciudadano de una Rosario pretendidamente gozosa de una libertad que oprime al futuro, un amontonamiento de supuestos, un ámbito de olvidos de historias enterradas para beneficio de los poderosos hombres de la bolsa... de comercio.
Repetirán copias descafeinadas de ciudades paradigmatizadas, se abroquelarán en consignas obnubilantes, florecerán los seguidores acríticos de esta nueva libertad esclava de los designios del Poder centralizado, que nos hace creer que somos lo que no seremos nunca, en tanto sean ellos los que dominen nuestras voluntades de habitantes de esta ciudad de pobres corazones.


No hay comentarios:
Publicar un comentario