Una de las pasiones más encendidas en Argentina, es la de indignarse. La indignación forma parte indisoluble del pensamiento mediatizado, que se muestra como un valor moral que demanda corrección y apego a éticas que sólo cumplirían quienes las mencionan en sus emotivas monsergas de indignados, ante hechos que consideran fundamentales para la sociedad. Sobran ejemplos de aquellos y aquellas que, habiendo coimeado a policías de tránsito para evitar una multa decenas de veces, se indignan hasta el paroxismo cuando se acusa de tal cosa a un funcionario estatal, sobre todo si pertenece al sector político que la mediática hegemónica señala como generador de todos los males padecidos.