Dos
imágenes casi idénticas se han repetido en los últimos diez días a la
largo del país: Se trata de la foto del equipo titular de Unidos y
Organizados en Jujuy y en Córdoba. En esas fotos se encontraban los
referentes de La Cámpora, La Jauretche, la Corriente Peronista, JP
Descamisados, Kolina, Movimiento Evita, el Frente Transversal, La
Güemes, Miles, el Frente Grande, Nuevo Encuentro, La Tupac y La
Colectiva, entre otros. En la foto de Jujuy se podía ver a Andrés
Larroque, Emilio Pérsico, Luis D'Elía y Milagro Salas en un abrazo
apretado después de los discursos. Es una foto epocal, diría.
Porque si el kirchnerismo tiene hoy un desafío real es la construcción de un aparato orgánico y ágil que atraviese los armados nacionales y provinciales del Partido Justicialista. No se trata exactamente de la transversalidad fallida de los primeros años sino de una herramienta que permita entrar y salir en las estructuras de poder territoriales. Hoy todo kirchnerista que se precie y tenga ganas de participar políticamente debería acercarse a esa formación en obra y construcción.
Porque si el kirchnerismo tiene hoy un desafío real es la construcción de un aparato orgánico y ágil que atraviese los armados nacionales y provinciales del Partido Justicialista. No se trata exactamente de la transversalidad fallida de los primeros años sino de una herramienta que permita entrar y salir en las estructuras de poder territoriales. Hoy todo kirchnerista que se precie y tenga ganas de participar políticamente debería acercarse a esa formación en obra y construcción.
Desde hace varios lustros, el Justicialismo se ha convertido en
poco más que una liga de gobernadores –que recuerda mucho a la
experiencia roquista de los años ochenta del siglo XIX–, en la que los
ejecutivos provinciales tienen bien engarzados todos los resortes del
poder local y se convierten en elementos de la inmovilidad política,
económica y social. Salvo algunos pocos ejemplos, el resto de los
gobernadores ha decidido alambrar su territorio y llevar adelante una
política de acercamiento presupuestario y alejamiento ideológico y
político. Uno puede recorrer las provincias y sorprenderse preguntándose
"¿Qué tiene que ver la política nacional kirchnerista con lo que estoy
viendo en esta provincia o en este municipio?"
Tomando conciencia de que la vocación transformadora del
kirchnerismo no logra penetrar en muchos rincones del país, uno no puede
más que preguntarse: "¿Llega pleno el kirchnerismo a las provincias o
llega cansado y sin posibilidad de cambiar la realidad de esos
territorios?" Sin hacer un progresismo a la bartola, comprendiendo
también las idiosincrasias conservadoras y francamente retardatarias de
muchas oligarquías provinciales, es preciso decir que hay que redoblar
la apuesta a la batalla cultural en todos los rincones del país, hasta
los más alejados. No se trata de diferencia en las miradas –lo que es
sano y positivo para cualquier organización política– sino de
conceptualizaciones, y a veces, para ser justos, de simples
correlaciones negativas para la política, pero lo cierto es que no son
muchos los gobernadores que tienen vocación para enfrentarse con las
corporaciones económicas que dominan –monopólicamente– esas provincias.
Una empresa que garantiza 5000 puestos de trabajo en una provincia como
Jujuy, por ejemplo, toma prácticamente de rehén a un intendente o a un
gobernador. De esto hay que ser conscientes, claro. Para poder
perpetuarse en el poder, entonces, la ecuación es sencilla: basta con
decir todo que sí a la familia poderosa de turno. Pero esto no es lo que
El kirchnerismo proclama en el ámbito nacional, sino todo lo contrario:
No se trata de anticapitalismo barato –dado el mapa actual de
condiciones objetivas y subjetivas para la revolución–, pero sí de
devolverle a los Estados su potestad y soberanía frente al mercado.
El PEN kirchnerista ha intentado romper esa lógica de alambrados
provinciales, estableciendo líneas directas con los intendentes a través
de los planes sociales y la obra pública. Pero, a decir verdad, también
se reproduce, aunque en menor escala, la obediencia presupuestaria en
detrimento de la ideológica y la política. Se me dirá que en este punto
mi planteo es ingenuo y que la política es sencillamente acumulación y
distribución de recursos, y es posible que lo sea, pero si fuera
simplemente eso, no sería tan apasionante. Y si apasiona, ergo, es algo
más que eso.
Unidos y Organizados es, sin duda, un aparato político
estrictamente kirchnerista. No significa que el kirchnerismo no sea
peronista, pero en la teoría matemática de los conjuntos –considerada
subversiva por la dictadura militar– hemos aprendido que así como todo
lo peronista no es kirchnerista, tampoco todo lo kirchnerista es
necesariamente peronista. Por lo tanto, lo estrictamente kirchnerista es
Unidos y Organizados. Parece un galimatías pero juro que no lo es.
Dentro de esa nueva estructura, sin duda alguna La Cámpora, por la única
razón de que es la organización estrictamente creada y monitoreada por
la presidenta, tiene reservado un rol protagónico, pero ese lugar les
exige a sus dirigentes mayor responsabilidad y generosidad.
La centralidad de UyO no solamente es necesaria para este presente,
sino también en el futuro inmediato y mediato. Una organización propia
es fundamental para varias cosas:
1) Semillero de dirigentes a corto, mediano y largo plazo.
2) Control de calidad ideológica en los diferentes territorios.
3) Puja de espacios propios en territorios asociados.
4) Estructuras propias en aquellos territorios hostiles.
5) Una relación más sincera con los requechos neoliberales del
Justicialismo en diferentes espacios y una invitación a los sectores no
justicialistas del kirchnerismo. Es decir, un lugar de contención.
6) Un andamiaje político que permita la discusión, el debate y la
fijación de objetivos para construir política propia, pase lo que pase,
en el 2015 y 2019.
7) Un despeje de X ideológicas hacia adentro y hacia afuera del peronismo.
Finalmente, otra novedad respecto a UyO es la presencia de otros
dirigentes propios del kirchnerismo, que hasta ese momento no habían
sido puestos en la primera línea de fuego. Un dato a tener en cuenta es
que en los últimos diez días el secretario general de la presidencia,
Carlos "El Chino" Zannini ha dado dos discursos en público. En términos
estadísticos, habló más en diez días que en los diez años anteriores. No
se sabe exactamente qué significa ni qué consecuencias tendrá a futuro.
Pero evidentemente no se trata de un síntoma sino de un signo político
que en un futuro será develado, claro.
Por lo demás, la propuesta de Cynthia Ottaviano como defensora del
Público frente al AFSCA es la gran noticia de la semana en la política
del gobierno de democratizar la comunicación audiovisual en la
Argentina. Agárrense fuerte, porque la flaca es terrible.
*Publicado en Tiempo Argentino
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