domingo, 28 de octubre de 2012

LAS RESIGNIFICACIONES DE NÉSTOR

Por Hernán Brienza*

Dos años después de la desaparición física de Néstor Kirchner se abre la posibilidad de mirar con un poco de perspectiva histórica lo que significó su vida política. Hasta ahora sólo se podía realizar una mirada afectiva –positiva o negativa– sobre su figura o un análisis sobre las formas que tomaría o tomaba el país sin su figura política. Todos esos caminos de abordar el hecho más conmovedor y conmocionante de los últimos diez años –la muerte de un conductor político en actividad– ya fueron transitados. Ahora, creo, es necesario comenzar con el balance sobre lo que significó Néstor Kirchner y sobre las cosas que volvió a significar el ex presidente de la Nación.
El mismo día de su muerte escribí lo siguiente:  
"Néstor Kirchner fue uno de esos 'locos' que no abundan en la Historia. Asumió la presidencia después de la tormenta de 2001 y fue una tromba. Flaco, desgarbado, desaliñado, ese 25 de Mayo de 2003 jugó con el bastón de mando, sonrió, hizo muecas, se divirtió, y dio uno de esos discursos inolvidables para la política argentina: "Formo parte de una generación diezmada. Castigada con dolorosas ausencias. Me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a los que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada. No creo en el axioma de que cuando se gobierna se cambia convicción por pragmatismo. Eso constituye en verdad un ejercicio de hipocresía y cinismo. Soñé toda mi vida que este, nuestro país, se podía cambiar para bien. Llegamos sin rencores, pero con memoria. Memoria no sólo de los errores y horrores del otro. Sino que también es memoria sobre nuestras propias equivocaciones."
Y después, claro, hizo todo aquello que hacen los políticos: acertar, errar, negociar y gobernar con mayor o menor grado de felicidad. Pero su principal virtud era –doloroso pasado– que solía salir del molde del político racional y especulativo. Lo demostró en la manera en que se dejaba aporrear por la gente, en la forma en que sacudió al periodista Claudio Escribano, cuando este lo amenazó desde La Nación, o cuando desautorizó a George W. Bush en la cumbre de presidentes en Mar del Plata y decidió "enterrar el ALCA". Ni que hablar cuando hizo bajar el cuadro de Jorge Videla de las paredes del Colegio Militar de la Nación. Kirchner huía para adelante. Esa era su principal virtud: cierto coraje que no abunda en los ámbitos políticos. No gobernó para los poderosos de este país y del mundo. Aun entendiendo las reglas del juego siempre traccionó sus políticas en beneficio de las mayorías. Era duro para negociar con los duros. Crecimiento sostenido, inclusión social, el Estado como árbitro, la inclusión del movimiento obrero organizado en la discusión del poder, la política de justicia respecto de las violaciones a los Derechos Humanos, el desendeudamiento, el orden fiscal, la independencia de criterio en política internacional, el fortalecimiento de los lazos regionales –no es casualidad que haya sido elegido como el primer "presidente" de la Unasur–, el regreso de la política como agonía y discusión fueron algunas de las buenas nuevas que puso Kirchner sobre la mesa en este nuevo siglo".
Hoy quisiera agregar un poco de perspectiva histórica a ese análisis realizado sobre el momento de los hechos. Estoy convencido de que Néstor transformó fácticamente la Argentina en muchos aspectos. Pero que quizás lo más importante son las resignificaciones que llevó adelante con su acción pública. Porque lo que hizo el ex presidente es dotar de nuevos significados a: 1) la noción de Patria, 2) el Estado, 3) la política y 4) el peronismo.
1) La última construcción política basada en la apelación a la Patria y a la Nación la había realizada la dictadura militar de 1976-1983, luego de imponerse militarmente a la otra gran apelación nacional que significó el peronismo, tanto en su concepción clásica como de izquierda. El alfonsinismo había apelado al constitucionalismo ciudadano y el neoliberalismo menemista a la suma de éxitos individuales como fuentes de legitimación para ambos procesos políticos. La dictadura, en cambio, había apelado a los símbolos patrios, a cierto chauvinismo discursivo y castrense, y a un patrioterismo más ligado a las campañas militares que colocaban a las apelaciones comunitarias más cercanas a la guerra que la democracia y la paz.
La reconstrucción simbólica que hizo Néstor del patriotismo es sumamente interesante porque lo hace desde la civilidad y utilizando la autoestima nacional como motor de producción cultural, política y económica. Lo comunitario está presente para obligar a un compromiso de todas las partes en edificar una sociedad con una mejor re distribución de la renta nacional.

2) El Estado mínimo, bobo, neoliberal, el que fallaba siempre a favor de los intereses de los grupos concentrados de poder económico que caracterizó a la política en los noventa no es el mismo que conocemos desde 2003. Desde el pedido de perdón por los desaparecidos en su discurso de la ESMA, el Estado nacional está pensado como un restaurador y un equilibrador de fuerzas. No significa esto que siempre se consiga ese objetivo pero sí está pensado como una lógica intervencionista diferente al de los años noventa.
El Estado interventor, el que tiene las jubilaciones en su poder, el que administra Aerolíneas e YPF, el de las paritarias, el de la regulación del mercado de capitales es un aparato nacional que está pensando en dinámicas diferentes a las que nos tenían acostumbrados el menemismo y el delarruísmo.

3) En términos generales, la política era vista en los noventa como la competencia de grupos de piratas dispuestos a saquear el Estado y acumular recursos de una manera escandalosa. Se trataba de un ámbito que expulsaba al ciudadano común y no podía contener la participación de las mayorías. Hoy esa percepción de la política ha cambiado gracias al kirchnerismo. Miles de personas se acercan a participar dentro, incluso, del oficialismo. Y la discusión estrictamente policial quedó para los sectores más reaccionarios –los que se caracterizan por la antipolítica– y por algunos periodistas que se han quedado anclados en la forma del "denuncismo noventista". Esto, claro, no quiere decir que la política sea un liceo de señoritas, sino que ha habido una mirada más compleja por parte de la sociedad que comprende a la política, no sólo como un antro de perdición, sino también como una herramienta de transformación.

4) Para todos aquellos hombres y mujeres menores de 45 años el peronismo, no era otra cosa que Ítalo Lúder, Carlos Menem, Domingo Cavallo, Jorge Triaca y Luis Barrionuevo. Ese extenso y complejo movimiento popular había quedado reducido a una colección de punteros barriales y dirigentes corruptos que se dedicaban a saquear al Estado. Hoy, el peronismo está repensado, se encuentra en discusión, en disputa, se relegitima constantemente, es una dinámica de transformación. Y esa mirada del presente obliga a revisitarlo en el pasado. La interpretación que hoy tenemos sobre el peronismo clásico es diferente a la que existía en los noventa.

Estas cuatro resignificaciones no hacen perfectos a cada uno de los elementos, pero los pone en discusión, los relegitima ante la sociedad como herramientas políticas válidas. La palabra más elegida por muchos argentinos para caracterizar el rol fundamental de Néstor Kirchner es "reconstrucción". Así es visualizado hoy por millones de argentinos y argentinas. ¿Esto lo vuelve a perfecto a Néstor Kirchner? No, por supuesto que no. Pero lo acerca al lugar en el que va a quedar en la historia. Quienes creen que Néstor Kirchner era perfecto son aquellos que no creen en los procesos, los proyectos y la continuidad. También hay una forma patológica de ser "nestorista" que es aquella que intenta contraponer la figura de la actual presidenta a la de Néstor. Es imposible. Tan imposible como los que creen en un "evitismo" sin Perón. Pensar que Evita era posible sin Perón, es lo mismo que pensar que Néstor y Cristina son diferentes –aunque tengan estilos y diferentes, obviamente– de la conceptualización del proyecto política. Construir una imagen excepcional de Néstor y contraponerla y no complementarla con la presidenta de la Nación es una operación política de la oposición que cunde incluso en las propias filas del kirchnerismo. Y así como el "evitismo" es una forma subrepticia de ser antiperonista; el “neo-nestorismo” es una forma muy sutil de ser antikirchnerista.

*Publicado en Tiempo Argentino

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