Pensar
el cambio social vinculado con los adultos mayores es una compleja
labor donde intervienen múltiples actores. En nuestro país partimos
desde una perspectiva de derechos que busca posicionar al adulto mayor
no como un sujeto de la asistencia, sino como un titular de derechos.
Este enfoque de empoderamiento permite a los mayores reconocer sus
capacidades, incrementar los niveles de autonomía y generar
reivindicaciones de derechos personales y colectivos.
Modificar el modo en que comunicamos la vejez no es menor para
lograr esto. Un nuevo lenguaje surge como reflejo de representaciones
sociales más positivas y donde cada palabra se convierte en un
instrumento de cambio social. Es aquí donde los medios y periodistas
juegan un papel importante en esta transformación social y cultural.
¿De qué modo los medios relatan hoy la vejez y cómo construyen
vejeces diferenciadas? ¿En qué medida los marcos actuales de
representación mediática propician identidades y roles adecuados a los
adultos mayores de hoy?
Para encontrar respuestas podemos analizar algunas cuestiones
vinculadas con el envejecimiento en los medios de comunicación. El
ocultamiento es una de ellas: la falta de representatividad funciona
como un velo porque se habla y muestra menos adultos mayores que otras
edades. Sin embargo, un 14,3 por ciento de adultos mayores, casi seis
millones de personas, son definidos como grandes consumidores de medios.
Los roles estereotipados es otra gran traba: cuando se habla de los
adultos mayores las notas siempre refieren a unos pocos roles esperables
(abuelos o jubilados, enfermos o limitados), invisibilizando otros muy
valiosos como las nuevas ocupaciones y preocupaciones, tan amplias como
en otras edades. Llamarlos abuelos o jubilados resulta reduccionista y
despersonalizado. Las personas mayores tienen múltiples roles: esposos,
amantes, profesionales, militantes políticos o sociales, dirigentes,
algunos padres, algunas madres, algunos abuelos o abuelas, pero todos
personas sujetos de derechos. Imaginemos: si nos encontramos con Estela
de Carlotto o Hebe de Bonafini, ¿las llamaríamos abuelas o abuelitas?
Por otro lado, existe un cierto concierto de imágenes que apelan a
la vejez para hablar en términos negativos, asociados al padecer, a la
enfermedad o a la molestia para otros.
La falta de centralidad es otra variable que aparece en el análisis
de los adultos mayores en los medios: es casi excepcional encontrarlos
como protagonistas de una serie o telenovela.
Este enfoque sobre los mayores en los medios aparece como parte de
una mirada prejuiciosa hacia la vejez, a la que el psiquiatra R. Butler
denominó ageism, y que fue muy bien traducido a nuestra realidad local
como viejismo por el profesor Salvarezza. Este concepto fue definido
como una alteración en los sentimientos, creencias o comportamiento en
respuesta a la edad cronológica percibida de un individuo o grupo.
A diferencia de otros prejuicios, donde los victimarios y las
víctimas suelen reconocerse claramente, y donde el repudio es claro, el
viejismo, o prejuicio hacia las personas mayores, puede operar sin ser
advertido. No existen grupos que repudien explícitamente a las personas
mayores, sin embargo tenemos cotidianamente actitudes que dan cuenta de
este sutil rechazo y condena hacia la vejez.
En este contexto, la ausencia de un odio explícito hacia los viejos,
por un lado, y una amplia aceptación de sentimientos y creencias
negativas, por el otro, produce que el debate sobre esta temática se
vuelva particularmente fructífero, ya que el prejuicio puede encontrarse
en niveles no descubiertos de uno mismo y por ello poco controlables.
Fortalecer las imágenes positivas de la vejez no implica no dar
cuenta de los factores negativos que puede tener el proceso de
envejecimiento, sino equilibrar una balanza que se inclinó durante mucho
tiempo sobre los aspectos negativos.
Es indudable que hoy los medios de comunicación tienen una mirada
más positiva, pero es necesario pensar la reconstrucción de los espacios
de representación, tal como sucedió con las mujeres u otros grupos,
para poder cuestionar el modo en que percibimos la vejez: romper las
barreras del sentido común para que los viejos puedan ser actores
protagónicos y no sólo convidados eventuales a una fiesta que no es para
ellos.
Este fue uno de los objetivos que nos motivó a iniciar, en este mes
de octubre, la Campaña Nacional de Buen Trato hacia las Personas
Mayores: modificar prejuicios y estimular una nueva vinculación de la
sociedad con sus “mayores” integrantes.
* Directora nacional de Políticas para Adultos Mayores. Secretaria nacional Niñez, Adolescencia y Familia, Ministerio de Desarrollo Social.
Publicado en Página12
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