martes, 12 de diciembre de 2017

OMBLIGOMANÍA

Imagen de "Las Provincias"
Por Roberto Marra

El ombligo, ese último resabio de nuestra llegada al Mundo, ese resto de la conexión maternal con nuestro orígen, parece ser el lugar más mirado por estos tiempos. Millones de observadores de ombligos pululan por doquier, con las miradas fijas en tan pequeño sector de sus cuerpos. No lo hacen por admiración de belleza alguna, ni por el recuerdo de sus días intrauterinos. Nada de eso.
Es la mirada de quienes no quieren ver. Es la cómoda posición de los que huyen de lo tangible para refugiarse en fantasías y delirios comunicados con la calidad que los perversos saben. Es la perseverancia en la ignorancia feliz y la alegria de no saber nada. Es la incapacidad de levantar la vista hacia la verdad que se revela a cada instante, brutal y profunda, con su carga de tragedia social, de pobreza material y espiritual, de miseria programada.
Tal vez la insistencia de su ombligomanía provenga de la enseñanza en las aulas, donde la carga permanente de estigmas de vieja data, convierten a muchos en egoistas contumaces, en ciudadanos de engreídas prosapias sin base real, auténticos escudos contra lo evidente, alejados integrantes de una sociedad de miraombligos.
Más que seguro que tanta insistencia autosatisfactoria, tanto desprecio por los demás, les hace pensar que están a salvo de los creadores de sus rutinas mironas. Se sentirán lejos de las consecuencias de las maldades estudiadas para convertirlos en sus sostenes políticos. Creerán que nadie los molestará si cumplen con la reverencia al Poder que aman, tanto como le temen.
Pasarán frente a ellos, miles y miles de zaparrastrosos, de abandonados, de ninguneados por los poderosos. Se caerán las estructuras económicas y financieras, se destruirán las industrias y el trabajo digno, se perderán las vidas de millones por falta de atención a la salud. Nada de eso verán, insistiendo en sus miradas ombligómanas, sus expresiones de desprecio hacia el molesto pobrerío y de vanagloria por sus vidas vacías de sinceridad y repletas de fantasías ególatras.
Un día, cuando el abandono de sus queridos amos se evidencie en sus empobrecimientos, cuando sus supuestos lujos se desvanezcan como la niebla con el sol, encontrarán frente a ellos a la invitada que le negaban la entrada, a la saludable vengadora de los tiempos perdidos por la indignidad de pretensiones ilusorias, a la única hacedora de futuros comunes y desarrollos virtuosos: la realidad. Y sus ombligos, recién entonces, dejaran de ser el centro de sus miradas.

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