Imagen de "La Izquierda Diario" |
Las
miradas siempre dicen mucho. Las no-miradas, también. Esas
expresiones de ausencia de la realidad que circunda a un individuo,
esos ojos perdidos en algún punto imposible de referenciar por quien
observa al mirador en cuestión, hablan de la imposibilidad de saber
que ven, los que no miran.
Esas son las expresiones de los miembros de las “fuerzas de seguridad”, absurda denominación de los cuerpos militarizados supuestamente a cargo de otorgarnos ese bien casi insondable que es la famosa “seguridad”. Esas son las miradas vacías cuando se enfrentan a los manifestantes, los reclamantes de cualquier derecho que, se supone, esas fuerzas armadas debieran custodiar.
Esas son las expresiones de los miembros de las “fuerzas de seguridad”, absurda denominación de los cuerpos militarizados supuestamente a cargo de otorgarnos ese bien casi insondable que es la famosa “seguridad”. Esas son las miradas vacías cuando se enfrentan a los manifestantes, los reclamantes de cualquier derecho que, se supone, esas fuerzas armadas debieran custodiar.
Pero
no. Su misión ha sido cambiada, al punto de dar vuelta el sentido
mismo de sus existencias como fuerzas disuasorias de delitos,
transformadas ahora, al igual que tantas veces en nuestra historia,
en custodios de las aberraciones sociales a las que se someten a los
más débiles integrantes del Pueblo.
Ya
no son hombres y mujeres, sino simples herramientas del Poder, robots
de carne y hueso que cargan sin vergüenza sobre cualquier ser humano
que se atreva a ejercer el más moral de los derechos, el de la
protesta por sus pérdidas. Brazos y piernas, tronco y cabeza, no
forman parte de seres vivos, sino de simples adminículos con
capacidades únicas: las de violentar la integridad de los atrevidos
reclamantes.
Las
imágenes suelen ser lapidarias demostraciones de estas
características deshumanizadas de los uniformados. No hay ruegos ni
argumentos que frenen sus ímpetus golpeadores. No hay escudo de
razonamientos contra las balas disparadas sin tapujos contra los que
huyen del terror de sus no-miradas.
Los
cuerpos de seguridad, las fuerzas armadas en general son, por
definición, necesariamente verticalistas. Mandar y obedecer es la
consigna. Por lo que, a mayor perversión de los superiores, mayores
atrocidades desatadas por los subordinados, preparados en escuelas
donde el respeto a la vida ajena parece no formar parte de ninguna de
sus materias. No podrían hacerlo, cuando no se respetan a sí
mismos, degradándose hasta olvidar sus orígenes, tan pobres como
los de quienes combaten a sangre y fuego.
Y
ahí están, en cada manifestación popular, en cada acto de rebelión
social contra injusticias tan evidentes como la desesperación de sus
participantes, con los ojos perdidos en un punto indescifrable de un
horizonte inexistente, viendo solo bultos golpeables y masacrables
frente a ellos. No se atreverán nunca a mirar a los ojos a quienes
les inquieren razones para sus golpes y sus balas, porque su misión
no es comprender la realidad. Solo eliminarla.
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