La
cebolla es una planta herbácea, cuyo bulbo es la parte comestible
que todos conocemos. La característica más notable es su
composición en capas, desde las exteriores más delgadas hasta las
verdaderamente útiles para el consumo del interior, mucho más
gruesas. Posee una muy conocida peculariedad, como es la sustancia
que se produce al cortarla, que irrita ojos y nariz.
Tal
como la cebolla, el gobierno nacional también está constituído por
capas, las que al ser retiradas van dejando ver características
encubiertas, donde las capas exteriores, tan delgadas como la del
bulbo alimenticio, forman parte de la protección superficial de lo
que no se quiere dejar ver. Es como la función que cumplen los
medios de comunicación, transformados en velos que impiden saber lo
que de verdad sucede bajo la superficie aparentemente sedosa de sus
mentiras.
Retiradas
las primeras capas, veremos otras más gruesas, verdaderas
constituyentes de lo que importa de verdad. Mientras la observemos
desde afuera, nos seguirá pareciendo bella y perfecta en sus formas.
Pero apenas pretendamos introducirnos en ella, con intentar penetrar
un poco su estructura, nos hará llorar. Y al igual que el noble
fruto de la tierra, cuanto más profundizemos en él, más llanto nos
producirá, más ácido será el ataque de los poderosos enquistados
en la raiz misma de los males casi eternos que padecemos.
Es lo
que está sucediendo ahora, al quedar al descubierto, uno tras otro,
los verdaderos objetivos que sustentan sus degradantes propuestas
económicas y sociales. Son la sustancia misma del sistema imperante,
tapado por esas capas de falsedades y promesas vanas que se
resquebrajan como la superficie de una cebolla. Son también las
otras capas, las de jueces corruptos que vulneran los principios más
básicos de la Justicia, a la que solo nombran en vano, como mero
escudo de sus tropelías maquiavélicas.
Como
otra capa protectora actúan los transformistas de la politiquería
legislativa, especialistas en especulaciones y recules vergonzantes.
Van y vienen en opiniones opuestas, siempre privilegiando a los
poderosos que los alimentan, y no precisamente con cebollas.
Es el
intento por desaparecer a su archienemiga política lo que los
enceguece. Es la no comprensión de una realidad que desprecian, como
lo hacen con cada detalle emergente de lo popular. Es la miserable
acción de lo peor de un sistema judicial dedicado a proteger a sus
dueños financieros. Es la última capa de una cebolla que el Pueblo
sabrá deshojar, en medio de las lágrimas que solo serán de
felicidad, por abrir el camino a una nueva oportunidad.
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