miércoles, 20 de diciembre de 2017

EL ARCA DE LOS INFAMES

Imagen de "El hilo de Ariadna"
Por Roberto Marra

Todos conocen la historia de Noé, que construyó un gigantesco arca para salvar del diluvio universal a todas las criaturas vivas. Allí resguardaron sus vidas leones y ratas, elefantes y serpientes, jirafas y ovejas, águilas y colibríes y tantos otros animales. Allí encontraron el refugio que ponía límites al avance temible de las aguas que todo lo cubrían, por la fuerza incontenible de un Dios omnipotente.
La historia de Noé se repite por estas tierras del sur de América, pero con otro tipo de protagonistas y otros objetivos, no tan loables como aquellos. Porque ante el diluvio de amenazas, coerciones y extorsiones de un nuevo tipo de dios, hijo de ese conocido como “Mercado”, los elegidos como representantes de los pueblos se refugian en las dos cámaras del nuevo arca para salvarse del castigo que les asegura si no se aprueban sus métodos para el “cambio”, que así denomina a su nueva forma de demostración de su poder.
Extraño arca el actual, que deja afuera a la inmensa mayoría de los seres (aún) vivos. Cuenta, además, con el resguardo de unas bestias poderosas e infranqueables que impiden el avance desesperado de las multitudes para intentar salvarse del repetido diluvio de la miseria que ya los cubrió tantas veces en la historia.
Adentro del arca pudieron colarse algunos leales representantes de los que afuera claman por entrar. Son una minoría gritando verdades que no se escuchan, intentando abrir las puertas de la salvación mayoritaria a los que, los ineptos y traidores que solo piensan en salvar sus pellejos, necesitan dejar afuera para conservar sus ostentosos privilegios.
Con la brutalidad propia de los inútiles con poder, desde la cúpula que conduce este arca de la infamia, se deciden más y más medidas para eliminar a los reclamantes desesperados. Tiene que impedir a toda costa su entrada a la salvación, que les arruinaría el festín perverso que pretenden eterno.
Pero afuera, los millones de desesperados están empujando contra la estructura poderosa del arca a las bestias que la resguardan. No hay golpes, no hay armas, no hay más que cánticos cada vez más unitarios y de tal sonoridad, que resquebrajan sus paredes.
En el camino hacia su entrada van descubriendo que el tal hijo del inexistente dios “Mercado”, no es más que una oscura parodia del verdadero, ese que se expresa ahora mismo en la fortaleza de un Pueblo unido y decidido a recuperar el tiempo perdido tras esos falsos profetas, vulgares mercaderes del arca de los infames, que terminarán ahogados en el inevitable final del diluvio popular.

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