Imagen de "En Orsai" |
Nicolas
Massot es un pequeño personaje político devenido en diputado,
encumbrado allí gracias a su orígen familiar, con una prosapia que
para cualquier Nación del Mundo sería lapidariamente negativa, pero
que en el actual gobierno resulta poco menos que un orgullo. Ser
sobrino del cómplice de la dictadura Vicente Massot, le ha conferido
ciertos aires de poder infinito, que él se encarga de hacer notar en
sus ridículas intervenciones en el Congreso, destinadas siempre a
denostar a sus adversarios desde el pedestal de la autosatisfacción
que se construyó.
¿Cuál
es entonces la importancia del pequeño señor Massot? Es que él
resume en sí mismo las características nefastas de una parte de la
sociedad odiadora, descendiente de los odiadores originales del
principio de los tiempos de nuestra Nación, odiador serial como su
propia familia de partícipes de los peores y más crueles gobiernos
antipopulares.
No
es importante por sus inexistentes capacidades, ni por sus
erudiciones imposibles, ni por sus increíbles sentimientos
benefactores con el prójimo. Pero es el ejemplo miserable de la
inmoralidad puesta al servicio de la acumulación de los poderosos,
sector al que pertenece con la arrogancia de quienes siempre se han
creído superiores, por sus apellidos de oscuros currículum
manchados con la sangre del Pueblo al que siempre despreciaron.
Su
defensa del vejatorio proyecto de reforma previsional, lo llevó a
decir que “los derechos adquiridos tienen que ser realidades
posibles, no enunciados abstractos imposibles de cumplir. Señores
diputados, no sintamos culpa”.
El sueño de cualquier troglodita antidemocrático. La aplanadora de
derechos en su máxima expresión de degradación de la política.
Los principios jurídicos enterrados en la fosa común junto a la
justicia social. Y de fosas comunes, los Massot saben mucho...
Este
ricachón sin alma, como tantos de sus colegas, no es más que una
circunstancia del momento histórico decadente en el que nos sumergió
la ignorancia y el olvido de la realidad por parte de una parte
importante de la sociedad, que le abrió la puerta a un monstruo
conducido por imbéciles. Pero imbéciles con poder.
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