sábado, 26 de mayo de 2012

INSISTENCIA EN DECISIONES INCORRECTAS


Por Dr. Rubén Visconti*

Hace un par de meses nos  enteramos de una noticia mediante la cual se nos hacía saber que en el Rectorado de la UNBA se había resuelto jubilar a todos los profesores de cualquier nivel que hayan cumplido durante el año en curso los 65 años. Por esa resolución se decide, arbitrariamente, dejar sin efecto otra anterior mediante la cual se autorizaba que si la voluntad de cada docente era la de permanecer hasta los 70 años estaba habilitado para hacerlo.
Hoy, repito, se nos anoticia de que en la UNBA se reitera LA MEDIDA mediante la cual se procederá a jubilar, manu militari, a todos los cumplan los 65 años.
Comencemos el análisis por la inversa, es decir, a quienes favorece la disposición comentada, justificando las razones de que es indispensable proceder al retiro jubilatorio de todos los “viejos” ya que en caso contrario quedaría establecido un tapón cuasi definitivo que afectaría o mejor dicho afectará todos los jóvenes que poseyendo capacidades y preferencias desearan ejercer las funciones de docentes universitarios sin tener que aguardar a que todos los “matusalén” murieran o perdieran todas las capacidades que originalmente los habilitaron para ser profesores.
Si nos detenemos en esta etapa del análisis es totalmente aceptable, por voluntad propia o  por imposición superior que esas cesaciones docentes deben producirse. En los jóvenes se encuentran en general, nuevos ímpetus, renovadas capacidades y conocimientos más actualizados y acordes con las novedades que en todos los campos del saber científico o meramente académico y, por lo tanto, deben ser abiertas las puertas que cerradas impiden su ingreso, favoreciendo con su participación evitar la estratificación de los conocimientos que, todos los días, en todos los campos, quedarían rezagados y, por lo tanto negados, a los nuevos estudiantes.
Este tapón, insistimos no puede ser aplicado. Recordemos para fundar más claramente esta afirmación, que en el período anterior y aún posterior a la Reforma los profesores universitarios designados ad vitam por el Poder Ejecutivo Nacional  seguían ejerciendo sus funciones ajenas a toda lógica amparados en los orígenes de sus nombramientos, más allá de todas sus posibilidades humanas de seguir haciéndolo con los niveles necesarios; a propósito podríamos citar los repetidos ejemplos vividos en nuestra época durante la cual éramos alumnos que avalan y justifican lo que venimos sosteniendo.
Analicemos a continuación que puede pasar si sacamos el tapón, que reiteramos hay que sacarlo, qué puede irse por el drenaje. Que pueden perder las Universidades con el inevitable cambio, o sea por el capital docente que poseen reemplazándolo, masivamente, por un nuevo capital basado en un derecho propio innegable.
¿Qué es el docente? ¿alguien que posee, como históricamente ha sucedido, un título profesional que los habilita, médico abogado, contador, y otros? ¿Que en general no ha recibido conocimientos específicos relacionados con los aspectos pedagógicos para habilitarlo como un “maestro” capaz de, además de poseer sus conocimientos específicos, posea también el de saber expresarlos, trasmitirlos, cumplir con la función de saber las diferencias entre sus niveles y cuáles son los que debe trasmitir a sus alumnos, conocer cómo deben ser las relaciones incursas en el complejo proceso conformado por la enseñanza-aprendizaje, cómo adecuar su comportamiento con respecto a cada alumno y sus diferentes circunstancias, para no pronunciar sentencias como dicen sostuvo un maestro de primaria con respecto a un futuro Premio Nóbel de Literatura cuando le comunicó a su madre que resultaba inútil hacerlo estudiar dada su “incapacidad mental” por el susodicho observada? ¿o  como otro opinó  sobre Einstein con respecto a su incapacidad para absorber conocimientos matemáticos? ¿O recién aprende y nunca todo lo necesario cuando satisfechas mucho de los interrogantes enumerados y muchos más que omitimos por amor a la  brevedad, puede satisfacer a la mayoría de ellos para recién recibirse, además de un simple docente, en Maestro?
¿Y cómo se puede alcanzar ese largo aprendizaje por otro método que no sea el ejercicio y el aprendizaje permanente en una sumatoria de suma y resta, hasta alcanzar el mayor grado posible que puede alcanzarse obligadamente mediante la experiencia, la observación, las rectificaciones que solo pueden lograrse con el paso de los años, de manera similar al que un artesano o un pintor aprenden a hacerlo mejor cambiando los colores y las figuras, o usando sus manos para hacer funcionar un torno?.
Y si ese aprendizaje solo puede alcanzarse a través  del paso de los años al mismo que transcurren los otros años, los derivados de su propia vida, ¿cómo decidir que el proceso debe ser interrumpido por una decisión legal ,unívoca, homogénea, para todos igual, sin diferencias para buenos y malos, para aquellos que consiguieron transformarse de meros profesionales en Maestros, que dice, ”nada importa, cumpliste 65 años y te vas, te debes ir”, no importa el enorme capital docente acumulado por la Universidad que se da el gusto de tirarlo por la borda como si ese capital no fuera propio de la Institución que ha dado las posibilidades de construirlo por lo cual esa decisión más se asemeja a un “vaciamiento de capital” de una empresa” para desobligarse de su patrimonio para evitar pagar a sus acreedores?. ¿O, no?
Resumiendo creemos que las alternativas de quitar el tapón lo que es obligatorio o dejarlo no es un problema  binario sino mucho más complejo que merece un estudio profundo aplicado a la búsqueda de soluciones mejores, mucho mejores que las que se proponen, soluciones que existen que es necesario aplicar, lejos de la actual equivalente a un toma y daca que lejos de ser una solución es una aberración que no debe ser aplicada.

*Doctor en Economía, Docente de la UNR, Miembro del CEP

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