El rechazo del Comité Olímpico Internacional (COI) a la
publicidad del atleta argentino en las Malvinas no es otra cosa que
obediencia debida, la declaración alineada al poderoso, y antes que
avergonzarnos por las reacciones provocadas cabría detenerse en la moral
del que adoctrina.
Del boicot promovido aquella vez por Estados Unidos participaron 65
países -entre ellos la Argentina de la dictadura-, el mayor de toda la
historia. En la elección de Moscú como sede, antes, había resultado
clave el papel de José Antonio Samaranch, hasta allí embajador de España
en la Unión Soviética y Mongolia y elegido presidente del COI dos días
antes del inicio de los Juegos. Luego el bloque de países comunistas
respondió con un boicot menor a la edición siguiente, Los Angeles 1984.
Años antes, Berlín 1936 (Alemania) y en otro caso emblemático, el
negro estadounidense Jesse Owens derrumbó ante los ojos del propio Adolf
Hitler la teórica superioridad de la raza aria: ganó los 100m, los
200m, la posta 4x100m y el salto en largo.
En el COI también se han sucedido ejemplos de corrupción, compra de
votos, expulsión de miembros, persecuciones, censura, tráfico de
influencias, favores empresariales. En fin. Casos que, para profundizar,
pueden encontrarse en “Los señores de los anillos”, libro de los
británicos Andrew Jennings y Vyv Simson; y en distintas investigaciones
del notable periodista argentino Ezequiel Fernández Moores.
Del idealismo y la nobleza del Barón Pierre de Coubertin, impulsor de
los Juegos modernos a fines del siglo XIX, no queda nada, “la cuna se
cayó”, como dice el Teniente Coronel Frank Slade sobre el espíritu de la
escuela Baird en el discurso final de Perfume de Mujer.
“Los Juegos Olímpicos no deben ser un foro para tratar temas
políticos”, reclama ahora el COI, que tiene algo más de 100 “miembros
activos”, 20 “miembros honorarios” y un único “miembro de honor”, según
figura en su página oficial en internet: el alemán-estadounidense Henry
Kissinger, Secretario de Estado en las presidencias de Richard Nixon y
Gerald Ford y hombre fuerte de la política exterior norteamericana en
toda la década del 70.
Kissinger, según archivos desclasificados hace algunos años, alentó,
incentivó y supervisó la “Operación Cóndor” y la sangrienta dictadura de
Jorge Rafael Videla, que en la Argentina dejó 30 mil desaparecidos.
Kissinger, lo dicho, es el único “miembro de honor” del organismo que
nos recomienda o aconseja separar el deporte de la política; que “no
hay que mezclar”; que como dice en su Carta Olímpica, “los Juegos son
competiciones entre atletas en eventos individuales o en equipos y no
entre países”; que izar la bandera del país y reproducir el himno
nacional de los ganadores de las pruebas es un mero simbolismo.
El colonialismo cultural adquiere distintas formas, y tanto en la
reproducción de una noticia como en la permeabilidad hacia el mensaje es
conveniente un ejercicio (no ya de los medios, sino de las personas):
interpelar la integridad y el interés del que alecciona.
De lo otro, del escándalo azuzado intencionadamente porque la
publicidad de Fernando Zylberberg fue “filmada en secreto”, aportar el
dato obviado: las Malvinas son argentinas. Como lo fueron siempre. De
los deportistas, de los trabajadores, de los jubilados, de todos. Rendir
cuentas y avergonzarse es tarea justamente de los otros.
*Publicado en Telesurtv.net
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