Imagen de "Buitres en la ciudad" |
Por
Roberto Marra
Existe
una extendida forma de definir la “democracia” por gran parte de
esa categoría de personas que se suelen denominar
como“intelectuales”, donde todo se basa en una institucionalidad
de varios partidos políticos compitiendo por los cargos, con la
famosa “alternancia” como paradigma, y donde casi que no importa
demasiado si, de resultas de la aplicación de ese sistema, se
producen avances que los siguientes retrocesos anularán, con la
consabida herida mortal a la posibilidad del verdadero progreso
social que tanto se escucha en los discursos de campañas
electorales.
Es
con esas bases ideológicas que ambos tipos de “pensadores
liberales” enfrentan las hojas en blanco de sus páginas de
opinión, para terminar redactando falacias convertidas en
autenticidades incomprobables, pero con el respaldo de la prensa
“goebbesliana” siempre a favor de lo que llamarán, injustamente,
“causas justas”.
A
ese juego diabólico también se prestan (o venden) prestigiosos
escritores, otrora expositores de nobles objetivos en sus páginas
escritas con la calidad y la enjundia de quien parece estar en busca
de la verdad, siempre. Con la carga de su fama al frente, sus
opiniones serán expuestas hasta el cansancio, para asegurarse que
las mayorías atosigadas de informaciones, solo accedan a ellas y
nunca a las que se brindan desde lugares ideológicos opuestos.
El
imperio sabe y tiene con qué cooptar a estos engreídos de saberes
venidos a menos. Son demasiado útiles para sus intenciones
dominantes, por lo cual los convierten en la imprescindible
“infantería” que genere rechazo a la verdad de los hechos, para
sostenerse solo en la “verdad” de esas palabras bien escritas.
Nuestra
América tiene sobrados ejemplos en su historia de procesos políticos
que no llegan a desarrollarse del todo, gracias a la acción
desgastante del periodismo y de “intelectuales” que atacan a los
gobiernos populares con los ejemplos de sus idolatradas “auténticas
democracias” europeas, verdaderas muestras de la decadencia de lo
que fueran esperanzas reales de hace ya demasiado tiempo atrás.
Los
políticos europeos también meten sus lábiles juicios de valor
sobre nuestros gobiernos populares, a los que invariablemente
denominan “populistas”, para darles ese halo de ilegalidad y
brutalidad que necesitan establecer como reales, para así atacar con
mayor vehemencia las decisiones soberanas que nuestros Pueblos tomen.
Olvidan, convenientemente, las circunstancias oprobiosas para sus
propios ciudadanos que resultan de la aplicación de programas
económicos que lastiman sin piedad eso que convirtieron en paradigma
planetario de cultura democrática.
Ahora
es Nicaragua, desde hace doce años están tras de Bolivia, hace casi
veinte persiguen a Venezuela, seis décadas pasaron ya contra Cuba.
Antes fue Argentina, Ecuador y Brasil, ahora “ganados” para sus
idiotas conceptos de falsa “alternancia”. Nada de análisis
serio, nada de investigación autónoma. Jamás una visita a los
lugares y la gente. Nunca la búsqueda de marcar errores para
posibilitar el avance y no el retroceso de esos procesos virtuosos en
la mayoría de sus actos.
Disfrazados
de “libertarios”, enmascarados y armados, grupos de “jóvenes
demócratas” se dedican a matar, romper y quemar, símbolo
supuestamente “revolucionario” de sus sustentos ideológicos, más
seguro la muestra indudable de sus degradaciones morales alimentadas
por la maquinaria de un Poder que avanza prepotente con esa masa de
enfermos de odios inventados al frente.
Tras
ellos, en la alejadas trincheras de las redacciones, miserables
escribas a sueldo de los traidores a sus patrias, redactan sus
diatribas hacia los líderes del momento, enchastrando todo lo bueno
que pudieran haber realizado, para terminar, siempre, envolviéndolos
en la ya hartante palabra “corrupción”.
Supuestos
representantes de la palabra de Dios, esconden en sus parroquias las
armas que bendicen para derrocar los gobiernos electos por el mismo
Pueblo al que le bajan el “mensaje divino” para embestir contra
su propio futuro y acabar con las pretenciones de auténtica
libertad. Con falsos llamados a la paz, ocultan sus obscenas
complicidades en reuniones fabricadas para el escarnio de las
autoridades que pretenden destruir.
Pero,
por suerte para la humanidad, tenemos a los “auténticos defensores
de la verdad y la justicia”, esos “sabedores de toda sapiencia”,
intelectos superiores que nos guiarán por el camino de la
“democracia” más auténtica, eliminando nuestras fantasías
revolucionarias y atando nuestras convicciones hasta convertirlas en
letra muerta.
Esos
ensoberbecidos “sabios” políticos, periodistas y escritores, nos
darán el veredicto sobre cada uno de los procesos en cada Nación,
lo que nos asegurará caminar por el sendero que ellos ya pisotearon
y convirtieron en ese fango de despojos de sabidurías inútiles y
degradantes de nuestra capacidad, cuya anulación final ya no
importará, porque estaremos definitivamente bajo la bota imperial, a
la que ellos sirven con el morboso placer propio de los cretinos y
traidores.
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