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Por
Roberto Marra
Todos
conocen esa famosa reflexión de Bertolt Brecht, que dice: “Hay
hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año
y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos.
Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.”
Sin embargo, podríamos atrevernos a decir que le faltó, al final de
la expresión, una mención a quienes luchan aun después de su
propia muerte. Esos (y esas) serían los (y las) inolvidables.
Es
el caso de Evita, que dejó una estela de razones para continuar con
su lucha inacabada. Más que eso, dejó la traza de un camino que
muchos siguen transitando con similar pasión por continuar con la
construcción del sueño que la desveló siempre. Un sueño sencillo,
tan humilde como sus destinatarios, simples gentes del Pueblo, cuyo
empoderamiento social era, a la vez, la pesadilla de los oligarcas,
que juntaron sus odios después de su muerte y lo convirtieron en
bombardeos y fusilamientos, intentando acabar con un legado que no
pudieron matar jamás.
Muchos
años después, continúa hoy la disputa que Evita encarnara en su
tiempo. A lo largo de los años que sucedieron a su muerte, nunca
dejaron de aparecer quienes se manifestaban “herederos” de sus
postulados, “verdaderos” intérpretes de su voluntad, al igual
que sucedió (y sucede) con quien fuera su otra razón de vida, el
General Perón.
En
su nombre, muchos han convertido sus palabras en letra muerta,
simples manchas de tinta en amarillentas hojas de libros que nunca
leyeron y, si lo hicieron, jamás comprendieron. Transformados en
alcahuetes del Poder, sus objetivos se ciñen al logro de algún
cargo miserable que sustenten sus vidas traicioneras, para lo cual
enarbolan pérfidamente en sus discursos, banderas que denigran con
sus acciones posteriores.
Son
los Judas del siglo XXI, asqueantes personajes que se ensañaron con
otra mujer imprescindible, de nuestra época, a quien escarnecen para
impedir la continuidad de su vida política, temerosos de perder sus
privilegios, para lo cual no dudaron en aliarse con los enemigos
acérrimos de Evita, ahora instalados en la Rosada tratando de
convertir a nuestra Patria otra vez en colonia.
Cuando
ya la realidad les pasa por encima, cuando los hechos superan sus
entendimientos y comprometen sus futuros, terminan cediendo en sus
posturas negacionistas sobre la imprescindible que los desvela y,
mordiéndose los labios, intentan acercarse nuevamente a quien
denigraron hasta el paroxismo hasta hace... nada.
No
será más que una tregua en sus vaivenes politiqueros. No habrá de
ser más que una forma de gatopardismo ideológico de la que el
Pueblo deberá cuidarse. Fueron así también algunos de quienes se
acercaban a la inolvidable Eva, a los que ella describió con la
precisión de su alma corajuda. No son diferentes en la actualidad,
buscando “palenques donde rascarse” cuando los poderosos les
sueltan las manos.
Es
hora de cumplir con el legado de aquella maravillosa mujer. Es tiempo
de acercarnos a sus palabras, escucharlas con atención y sopesarlas
con las balanzas de la inteligencia y el corazón. En su nombre, y
con su espíritu como estandarte, es momento de rodear, cuidar y
sostener, también, a esta otra mujer que intentó, junto a otro
grande de nuestros tiempos, encarrilar este carro desvencijado en que
habían convertido a la Nación, por aquel camino trazado con tanta
pasión por la mejor, la única, la imprescindible e inolvidable
Evita.
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