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Un estudio
revela que se ha incrementado en forma notable la cantidad de personas que
viven en la calle, literalmente. Se habla de 300.000 en todo el País. En Buenos
Aires se estiman en 22.000 y en Rosario en alrededor de 6.000. Estos números dicen
mucho: nos aseguran que lo que vemos, es real. Nos confirman lo que se sabe,
por lo palpable, pero se niega, o se esconde, bajo la alfombra de la
indignidad.
Con la
eufemística expresión “gente en situación de calle”, se cataloga a los
indigentes que deambulan por las ciudades, sin un trabajo que les brinde un
sustento mínimo para su supervivencia, y mucho menos un techo donde
resguardarse. Son como fantasmas, que la sociedad se niega a ver del todo, para
no hacerse cargo de la responsabilidad de los destinos quebrantados de esas
personas, consideradas siempre menos que humanas.
Se tropieza
con ellos en el umbral de algún edificio, o bajo algún alero, o debajo de un
puente, durmiendo sobre cartones o desvencijados restos de un colchón. Se los
mira con recelo y desprecio, incluso por quienes están al borde de caer en esas
mismas condiciones. Sus presencias incomodan a quienes se creen superiores por
sus pretendidas pertenencias de clase.
Esta es la
cara grotesca del fantasioso mundo que el capitalismo genera. Es el espejo
miserable donde ver el resultado de tantas injusticias propiciadas por los
mismos que después se rasgan las vestiduras con falsos discursos de soluciones
que jamás aplicarán. Es el final del camino para tantas paparruchadas sobre
derrames de copas que siempre están llenas pero nunca vuelcan sus contenidos
sobre los que más lo necesitan.
No son
errores u olvidos. Son efectos buscados. Es el resultado que necesitan los
dueños del Poder para seguir aumentando sus fortunas. Son la moneda de cambio
de un sistema que jamás tuvo ni tendrá piedad. Es la visión clara de la
voracidad de aquellos que se pasean por los estudios de televisión para
convencernos que todo estará mejor cuanto más despedidos, cuanto más pobres, y
cuanto más ganen ellos.
Lo peor no
es que lo digan y que lo hagan. Lo terrible es la mansedumbre con que se acepta
esta muestra de perversidad de los poderosos. Lo espantoso es observar las
manos tendidas de los descartados de la humanidad, suplicando los mendrugos de
la vida que les despojaron, con la connivencia de quienes ahora se lo
niegan.
Mientras, a
través de las vidrieras colmadas de ostentación y abundancia navideña, los
fantasmagóricos mendigos observan las pantallas que nos aseguran, con alegría,
que las inversiones, por suerte, están por llegar.
MILAGRO TIENE QUE QUEDARSE ADENTRO PERA QUE PUEDAN SEGUIR DEJANDO GENTE AFUERA.
ResponderEliminarESTÁN CANCELANDO DERECHOS CIVILES Y SOCIALES DESDE LA TEORÍA Y DESDE LA PRACTICA.
Y MIRAN MAL AL QUE HACE POLÍTICA PORQUE ELLOS SON GENTE BIEN QUE NO HACE POLÍTICA NI ESTRUCTURA PARTIDARIA QUE LE DISPUTE LOS CARGOS QUIEREN. SON UNOS BILLONARIOS RICACHONES QUE SE REPARTEN LOS CARGOS Y CANDIDATURAS COMO CARTAS DE NAIPE.
VOLVIENDO AL HILO.
ESTOS MISERABLES QUE LUCHAN POR PRIVILEGIOS DICEN NOSOTROS NUNCA NOS METIMOS EN POLÍTICA SIEMPRE FUIMOS OLIGARCAS.
COMO SI SU POSTURA CLASISTA NO FUERA HACER POLÍTICA.