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Suele decirse que el tiempo es el mejor remedio. Que cura las heridas.
Que ayuda a olvidar los males. Y puede ser cierto todo eso. Pero… ¿Qué pasa
cuando, en nombre de verdades absolutas, incomprobables, algunos se apoderan de
esos tiempos? ¿Cómo devolverán lo que se pierde de nuestras vidas en el período
que duren esos males o dolores que se presentan, hipócritamente, como ineludibles?
Es el caso de los procesos
económicos como el actual que, en nombre de supuestas felicidades y beneficios
futuros, pretende obligar a largas etapas de padecimientos. Desde las alturas del
Poder, exhortan a soportar condiciones de vidas que llegan a extremos que
serían inadmisibles, sino fuera por la maquinaria mediática que sostiene a estos
procesos de negación de derechos, generadores de relatos fantasiosos acerca de
un futuro que, demasiado tarde, se descubre que nunca llegará.
La palabra sacrificio predomina
en estas circunstancias, la que involucra, a pesar de las antojadizas y presuntuosas
expresiones de los poderosos, suplicios que agravian la condición humana de los
sectores más desprotegidos de la sociedad. No se trata simplemente de la
disminución del poder adquisitivo de algunos bienes. Llega, incluso, a terminar
con la propia existencia de las personas, fundamentalmente de los más
desvalidos, como los niños y los ancianos.
¿Quién le devolverá, a cada uno
de los ciudadanos marginados por el sistema económico rapaz dominante, los años
de martirio a los que son sometidos? ¿Quién se hará responsable de tanta muerte
encubierta por las falsas promesas de futuros inexistentes? ¿Quiénes asumirán
el compromiso frente a la sociedad de reparar tanta degradación premeditada? ¿A
cambio de qué se obligarán a millones a soportar tanta infelicidad, que un
puñado de perversos transforma en beneficios exclusivos para ellos?
La mentira sobrevuela todos estos
desmanes, con ridículas promesas de “pobreza cero” y otras similares
falsedades. A pesar de lo evidente del artificio, muchos de los engañados
aprueban, casi con alegría, las proposiciones de sus futuros verdugos. La
tentación individualista de parecerse a ellos es, por lo que parece, casi inevitable.
Salvo que la conciencia, esa imprescindible compañera en el viaje de la vida,
advierta con precaución, que estos “dueños” del Poder, nunca pagan.
Vayan a otro con esos cuentos, esto ya lo vivimos, es una estafa algo inmoral un desastre, lo que no se desarrolla se hecha a perder se pasma,se seca, se muere.
ResponderEliminarY estamos hablando de personas, de conciudadanos, politicas que llevan a la desnutricion.
Estas políticas de hambre,de desconsideración económica y social son puro saqueo y destruyen a la sociedad, al individuo, son políticas criminales es mas que un simple y gran robo.
EL CONGRESO NO PUEDE SEGUIR SIENDO CÓMPLICE DE ESTOS ESTAFADORES SON EN EXTREMO DAÑINOS.